EL RINCÓN DE FERNY

sábado, 23 de mayo de 2015

LA BIBLIA, ADÁN Y EVA, EL GÉNESIS Y SU DESCENDENCIA

La respuesta está adaptada de la original publicada por Toscana Oggi, de Filippo Belli, profesor de Teología bíblica en la Facultad Teológica de Italia Central.
 La Biblia no explica cómo se desarrolló la descendencia de Adán y Eva. Sabemos que Adán y Eva tuvieron muchos hijos (Gen 5,4), los primeros Caín y Abel (Gen 4,1-2) y conocemos también el hecho del fratricidio (Gen 4,3-16) que llevó a una descendencia de Caín (malvada e irreligiosa; Gen 4,17-24) separada de la descendencia de Set (buena y religiosa; Gen 5,6-32), el hijo “elegido” por Dios (Gen 4,25-26 e 5,3-4) para sustituir a Abel, del que después se llegará hasta Noé y el diluvio.
 ¿Cómo se engendró esta descendencia? Ha habido muchas hipótesis variopintas, y todas se encuentran con el problema del incesto (relaciones sexuales entre hermanos), fruto de una interpretación literal de la Biblia.
 Para intentar mitigar el problema, se han intentado a lo largo de los siglos muchas explicaciones: no había una ley contra el incesto, vivían muchos años y casarse con sobrinos parece que era menos “grave”, etc., pero ninguna de ellas ha dado una explicación convincente.
 Afortunadamente, los dos últimos siglos de estudios de la Biblia nos permiten comprender algunas cosas sobre ella que ayudan a resolver dificultades como esta.
 Sobre cómo se produjo la descendencia de Adán y Eva, hay que decir dos cosas:
 La primera se refiere al género literario de los primeros capítulos del Génesis. Los estudios dejan claro que Gen 1-11 no puede considerarse una narración histórica real. No podemos pretender que estos capítulos sean la crónica de los primeros años de la historia humana. 
 Además, su redacción escrita, procedente de fuentes orales, tuvo lugar en la época del exilio y post-exilio babilónico (alrededor de los siglos VI-V a.C.). La intención de los autores no era hacer historia, sino contar verdades fundamentales para la relación del hombre con Dios.
 Pero al mismo tiempo, hay que tener claro que tampoco se trata de mitología, aunque utilice un lenguaje mítico. Lo explicaba así Juan Pablo II: “El término “mito” no designa un contenido fabuloso, sino simplemente un modo arcaico de expresar un contenido más profundo” (Catequesis del 7/11/1979).
 Para comprender esto, podemos compararla con las parábolas de Jesús. Está claro que éstas tienen un lenguaje “de cuento” y que no son relatos históricos. Sin embargo, expresan mucho mejor que una crónica cuál es la verdad de las cosas, y así “cuentan” la “verdadera” historia de la humanidad (por ejemplo, el Hijo Pródigo).
 Lo mismo sucede con los primeros capítulos del Génesis:  “estos textos no deben tomarse como historia, ni como mito [...] sino que el texto proclama la relación particular que Dios mantiene con su creación” (W. Brueggemann, Genesi, Claudiana, Turín 2002, p. 34).
 La segunda reflexión es más sencilla y deriva de a primera: cuando la Biblia no especifica y no da detalles, no es necesariamente un error, también porque no decirlo todo forma parte del estilo narrativo que estos relatos utilizan.
 ¿A quién no le gustaría saber a qué edad la Virgen tuvo a Jesús, o qué hizo éste en los primeros 30 años de su vida? Y cuántas otras curiosidades nos gustaría saber. Pero las Escrituras no se han redactado bajo la inspiración de Dios para satisfacer nuestra curiosidad, sino para hacernos crecer y actuar en la voluntad de Dios.

 Aunque supiéramos cómo tuvieron hijos Caín y Set, no nos serviría de mucho. Los textos como Gen 1-11 contienen la verdad sobre el proyecto de Dios hacia la creación y el hombre y sobre la Caída y sus consecuencias, y esta es la verdad que hay que buscar. La realidad es que la Biblia no da respuesta a esto, ¡porque ni siquiera se plantea el problema!

TOMADO DE: http://www.aleteia.org/

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