Estos días, por desgracia, vuelve
a estar la Religión Católica en el candelero como bandera de disputa entre unos
y otros.
El objetivo de la Enseñanza
Religiosa Escolar (ERE) no es ni adoctrinar, ni convertir a nadie a la fe en
Jesucristo.
La ERE se busca la inteligencia
de la fe, por lo tanto presenta a los alumnos el hecho religioso en su origen y
su desplegarse histórico en cada confesión.
Todos los alumnos tienen derecho
a recibir una educación integral, que contemple todas las dimensiones humanas.
La Religión ayuda a contemplar al ser humano como algo más que simple materia,
porque es una inteligencia sentiente, capaz de trascendencia. Esa dimensión
espiritual que debe ser educada al igual que las demás encuentra un espacio
adecuado en la enseñanza de la Religión.
No debemos confundir a nadie,
todas las personas tienen una dimensión espiritual que les hace dotar de
sentido trascendente a la realidad inmanente en la que se desarrolla su vida.
La fe es otra cosa, la fe es un don, la fe se pide; la dimensión espiritual se
educa.
Ofrecemos un texto que puede
ilustrar esa necesidad que podemos tener como seres humanos de conocer qué es
la Religión, en este caso Católica para completar nuestra educación, no podemos
renunciar a nuestra herencia cultural.
El texto pertenece a una persona
poco sospechosa de buscar adoctrinamiento religioso como fue el socialista
francés Jean Jaurès como respuesta a su hijo cuando le pide que le exima del
estudio de la Religión en el Colegio. Las negritas son nuestras.
«Querido hijo: Me pides un
justificante que te exima de cursar religión, un poco por tener la gloria de
proceder de distinta manera que la mayor parte de los condiscípulos y temo que
también un poco para parecer digno hijo de un hombre que no tiene convicciones
religiosas. Este justificante, querido hijo, no te lo envío ni te lo enviaré
jamás.
No es porque desee que seas
clerical, a pesar de que no hay en esto ningún peligro, ni lo hay tampoco en
que profeses las creencias que te expondrá el profesor. Cuando tengas la edad
suficiente para juzgar, serás completamente libre pero, tengo empeño decidido
en que tu instrucción y tu educación sean completas, y no lo serían sin un
estudio serio de la religión.
Te parecerá extraño este lenguaje
después de haber oído tan bellas declaraciones sobre esta cuestión; son, hijo
mío, declaraciones buenas para arrastrar a algunos pero que están en pugna con
el más elemental buen sentido. ¿Cómo sería completa tu instrucción sin un
conocimiento suficiente de las cuestiones religiosas sobre las cuales todo el
mundo discute? ¿Quisieras tú, por tu ignorancia voluntaria, no poder decir una
palabra sobre estos asuntos sin exponerte a soltar un disparate?
Dejemos a un lado la política y
las discusiones y veamos lo que se refiere a los conocimientos indispensables
que debe tener un hombre de cierta posición. Estudias mitología para comprender
historia y la civilización de los griegos y de los romanos y ¿qué comprenderías
de la historia de Europa y del mundo entero después de Jesucristo, sin conocer
la religión, que cambió la faz del mundo y produjo una nueva civilización? En
el arte ¿qué serán para ti las obras maestras de la Edad Media y de los tiempos
modernos, si no conoces el motivo que las ha inspirado y las ideas religiosas
que ellas contienen?
En las letras ¿puedes dejar de
conocer no sólo a Bossuet, Fenelón, Lacordaire, De Maistre, Veuillot y tantos
otros que se ocuparon exclusivamente de cuestiones religiosas, sino también a
Corneille, Racine, Hugo, en una palabra a todos estos grandes maestros que
debieron al cristianismo sus más bellas inspiraciones?
Si se trata de derecho , de
filosofía o de moral ¿puedes ignorar la expresión más clara del Derecho
Natural, la filosofía más extendida, la moral más sabia y más universal? -éste
es el pensamiento de Juan Jacobo Rousseau-.
Hasta en las ciencias naturales y
matemáticas encontrarás la religión: Pascal y Newton eran cristianos
fervientes; Ampere era piadoso; Pasteur probaba la existencia de Dios y decía
haber recobrado por la ciencia la fe de un bretón; Flammarion se entrega a
fantasías teológicas.
¿Querrás tú condenarte a saltar
páginas en todas tus lecturas y en todos tus estudios? Hay que confesarlo: la
religión está íntimamente unida a todas las manifestaciones de la inteligencia
humana; es la base de la civilización y es ponerse fuera del mundo intelectual
y condenarse a una manifiesta inferioridad el no querer conocer una ciencia que
han estudiado y que poseen en nuestros días tantas inteligencias preclaras.
Ya que hablo de educación: ¿para
ser un joven bien educado es preciso conocer y practicar las leyes de la
Iglesia? Sólo te diré lo siguiente: nada hay que reprochar a los que las
practican fielmente, y con mucha frecuencia hay que llorar por los que no las
toman en cuenta.
No fijándome sino en la cortesía
en el simple “savoir vivre”, hay que convenir en la necesidad de conocer las
convicciones y los sentimientos de las personas religiosas. Si no estamos
obligados a imitarlas, debemos por lo menos comprenderlas para poder guardarles
el respeto, las consideraciones y la tolerancia que les son debidas. Nadie será
jamás delicado, fino, ni siquiera presentable sin nociones religiosas.
Querido hijo: convéncete de lo
que digo: muchos tienen interés en que los demás desconozcan la religión, pero
todo el mundo desea conocerla. En cuanto a la libertad de conciencia y otras
cosas análogas, eso es vana palabrería que rechazan de ordinario los hechos y
el sentido común.
Muchos anti-católicos conocen por
lo menos medianamente la religión; otros han recibido educación religiosa; su
conducta prueba que han conservado toda su libertad.
Además, no es preciso ser un
genio para comprender que sólo son verdaderamente libres de no ser cristianos
los que tienen la facultad de serlo, pues, en caso contrario, la ignorancia les
obliga a la irreligión.
La cosa es muy clara: la libertad
exige la facultad de poder obrar en sentido contrario. Te sorprenderá esta
carta, pero precisa hijo mío, que un padre diga siempre la verdad a su hijo.
Ningún compromiso podría excusarme de esa obligación
Recibe, querido hijo, el abrazo
de tu padre»
Incluso para poder renunciar
libremente a ella, es necesario conocer la Religión de una manera sistemática,
con un currículum objetivo y público, con unos criterios de evaluación y unos
estándares de aprendizaje que permitan darle el estatuto de una asignatura más
entre las demás.
La verdadera educación libera.
Para rechazar, para seguir, para comprender, hay que conocer.
Jesús M. Gallardo Nieto –
Profesor de Religión Católica
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