El otro día llegó a mis manos este artículo publicado en diario del altoaragón por el Salesiano Josan Montull que recomiendo ante tanta mentira arrogada sobre la enseñanza de la Religión, su profesorado. Estamos ante un sectarismo escandaloso e ignorante. Reproduzco:
Hace unos años tuve la
oportunidad de estar en un café tertulia con Jon Sobrino. Éramos unos 15
privilegiados los que durante un par de horas estuvimos hablando de teología,
de política, de la Iglesia, del futuro y de mil cosas mientras escuchábamos
absortos el testimonio de Sobrino, que se refería permanentemente al mundo de
los pobres.
Jon Sobrino es un jesuita vasco
que desde hace muchos años está haciendo y enseñando Teología en El Salvador.
Su reflexión la enmarca en la Teología de la Liberación, corriente de pensamiento
teológico que tiene como referencia permanente la opción por los pobres. El 16
de noviembre de 1989, se encontraba en Tailandia pronunciando una conferencia.
Allí se enteró de que un comando paramilitar había entrado en su casa de El
Salvador y había asesinado a toda su comunidad. Murieron Ignacio Ellacuría,
Segundo Montes, Juan Ramón Moreno, Ignacio Martín Baró, Amando López, Joaquín
López, una mujer (Elba Ramos) con su hija Celina, menor de edad. El cuerpo de
Ellacuría fue arrastrado desde su cuarto hasta el jardín dejando un terrible
reguero de sangre. En ese jardín hoy está enterrado.
Aquella comunidad de
intelectuales enraizados entre los pobres salvadoreños denunciaba, desde la
Teología, los abusos de los sectores financieros y económicos que, en
connivencia con el ejército y bajo la tutela del gobierno norteamericano,
asesinaban a los más desvalidos y tenían el país como una finca propia. Estos
hombres eran mediadores de paz, debido a su talla intelectual y humana, y
estaban contribuyendo a pacificar el país.
Los mataron por denunciar la
injusticia y por ponerse al lado de los más humildes. Tiempo atrás en El
Salvador habían asesinado a monseñor Óscar Romero, que defendió el derecho de
los pobres a vivir con la dignidad de hijos de Dios.
En esta ocasión Sobrino se salvó
de milagro. A miles de kilómetros de distancia se enteró de la muerte de todos
sus hermanos con la certeza de que si él hubiera estado allí, hubiera sido
también asesinado.
El café con Jon Sobrino fue, como
podrán imaginar, un privilegio. Me vino a la memoria el otro día cuando leía
unas declaraciones de un político que, hablando de educación, manifestaba la
necesidad urgente de que la Cultura Religiosa quedara fuera de la Escuela; él
mismo se congratulaba de que se restringían los espacios horarios académicos
para la Cultura religiosa. Quien quiera Religión, decía, que vaya a su
parroquia, la Religión es algo que se puede mover únicamente en el ámbito de lo
personal.
Pensaba yo qué le hubiera
ocurrido a monseñor Romero o a Ellacuría si se hubieran movido únicamente en el
ámbito de lo puramente personal; seguramente no les hubieran asesinado, sin
embargo la implicación de su Teología les llevó a incomodar a sectores
privilegiados que pagaron a los que apretaron el gatillo. Su sangre fue
fermento de vida. Hoy no se puede entender la historia de América Latina sin
saber el papel de la Teología de la Liberación y de la vida de estos hombres.
Como no se puede entender la compleja relación de China y Tibet sin conocer
para nada del pensamiento budista que, por cierto se practica en un monasterio
de nuestra propia provincia. Ni podremos entender por qué los misioneros
europeos de las comunidades religiosas de Siria no quieren abandonar a su
crucificado pueblo aunque tienen la oportunidad de irse o por qué Juan José
Aguirre, cordobés obispo de Bangassú en Centro África, está en campos de
refugiados como uno más protegiendo la vida de cristianos y musulmanes. Ni
entenderemos las motivaciones profundas del Padre Ángel, fundador de Mensajeros
de la Paz, que a sus 80 años sigue abriendo las puertas de sus iglesias a los
refugiados y desposeídos.
Tampoco acabaremos de entender el
ateísmo lúcido del cine de Woody Allen o el judaísmo militante de Spielberg si
no sabemos nada de estas formas de pensamiento. Ni comprenderemos la diferencia
entre islam y fanatismo islámico. Ni entenderemos las formas de vida de los
musulmanes que han venido a España si desconocemos todo sobre el islam. Ni
siquiera podremos descubrir el réquiem de Mozart si ignoramos los principios
básicos del cristianismo. Tendremos dificultades para interpretar nuestra
historia del Arte y los cuadros en los que aparezcan escenas de la vida de
Cristo difícilmente serán valorados. Es más, no entenderemos nuestra
cronología, nuestra Semana Santa, ni nuestras devociones a las diversas
advocaciones de la Virgen si desconocemos el Evangelio. Por no hablar de las
artes, las tradiciones, la cultura, y tantas y tantas cosas que dan forma a
nuestra vida y que se pueden convertir en extrañas si prescindimos del hecho
religioso.
Tampoco podremos entender las
barbaridades que en nombre de Dios y de la Religión ha hecho y hace el ser
humano en la Historia, cuando ha antepuesto la Ley religiosa a la dignidad
humana. El mismo Jesús de Nazaret fue una víctima del fanatismo religioso.
Esa ignorancia religiosa llevará
a confundir la ouija con los Salmos, o la superstición con la esperanza.
No, señor político, la Religión
no es un hecho privado, es social. Lo personal es la fe. La fe no se puede
imponer; pero el hecho religioso se debe aprender y esto comporta estudio para
entenderlo. El menosprecio del hecho religioso, el apartarlo del mundo de la
Escuela, de la reflexión cultural y quererlo relegar a las sacristías, o a las
mezquitas o a las sinagogas o pagodas lleva al fanatismo, a la intransigencia,
a la incultura y a la intolerancia. No se trata de enseñar catecismo, como
querrían algunos, ni de prescindir de cuajo de lo religioso, como quieren
otros; se trata de aprender con respeto el hecho religioso desde la cultura y
desde la profundidad.
En un mundo como el nuestro,
mestizo, plural, conectado, intercultural, es necesario saber idiomas y saberse
mover para entenderse. Prescindir del hecho religioso (fíjense bien que no les
digo Religión Católica), es condenar a que nuestros chavales nunca puedan
entender lo significativo de vidas como la del Dalai Lama, el papa Francisco o la
de Jon Sobrino, por ejemplo.
España es el único país de la
Comunidad Europea en el que la Teología queda al margen de las universidades
del Estado. Esas opiniones tan solemnes de algunos políticos no son más que
fruto de una atávica intransigencia difícilmente compatible con una actitud de
apertura intelectual.
Tengo la sensación de que las
declaraciones sobre este tema que hacen alegremente algunas autoridades
políticas son más propias de tertulianos de la telebasura que de representantes
de la Administración Educativa.
JOSAN MONTULL
PUBLICADO EL DOMINGO 30 DE JULIO
DE 2017 EN EL DIARIO DEL ALTOARAGÓN
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