Este
artículo escrito sobre la asignatura de Religión y sobre los profesores de
Religión de Andalucía se podría extrapolar al resto de España.
Los profesores de Religión Católica están
en los centros porque las familias queremos. Recordémoslo siempre.
No
pido para ellos privilegios, sino igualdad de trato. Les hablo de los
doscientos sesenta y dos profesores de Religión Católica que ofrecen sus
servicios en la escuela pública de Córdoba y lo hacen de acuerdo con la demanda
masiva de las familias, no porque escondan oscuras pretensiones adoctrinadoras,
ni para enjuiciar los parámetros científicos de sus colegas de claustro. Están
porque se les ha llamado y deben permanecer para que la libertad de padres y
alumnos quede garantizada; aunque los padres no defendamos esa presencia como
correspondería a nuestro deseo de que los hijos conozcan uno de los elementos
determinantes de su civilización y entiendan desde pequeños la dimensión
espiritual que les acompañará por siempre como ser humano.
Elegimos
Religión Católica en el centro público y con la elección nos despreocupamos de
todo lo demás. Sepan que sin nuestro compromiso, los docentes se ven sometidos
en muchos casos a la arbitrariedad del equipo directivo de cada centro. Nunca
saben qué espacio del centro se les reserva para dar clase, ni cómo serán
acogidas sus iniciativas en cuanto a exposición pública de sus trabajos. El
recelo se impone en nombre de la igualdad y se esgrime la posibilidad de la
ofensa para el resto de alumnado, así, se relega a la invisibilidad su trabajo
y sus logros. Las otras enseñanzas religiosas a los que los niños pueden optar
con pleno derecho no padecen este tipo de suspicacias, se entienden como una
aportación multicultural al centro educativo, una oferta plural a la que
obligadamente hay que conservar y no está de más exhibir.
Los
profesores de religión soportan los vaivenes legislativos y, en medio del fuego
cruzado en que se ha convertido el sistema educativo andaluz, -más pendiente de
rebajar las pretensiones de la Lomce que de mejorarlas-, caminan silentes y
temerosos de verse despojado de este fin pedagógico. Acuden al trabajo en un
clima de indiferencia y a veces se hace insufrible tener que someter al escrutinio
de la dirección de cada centro si pueden trasladar al aula las campañas propias
de la Iglesia, a veces han de portar su propio material sin descanso porque no
consiguen taquilla en la sala de profesores, a veces se les prohíbe recrear la
Semana Santa con los más pequeños y acaban asumiendo que solo en la resistencia
pueden explicarse su labor.
Los
profesores de Religión no son una imposición sino un derecho del que disfrutan
el ochenta y cuatro por ciento de los niños matriculados en la etapa de educación
primaria de la provincia de Córdoba, el sesenta y cuatro en el primer ciclo de
la secundaria y el sesenta y dos por ciento en el segundo ciclo de esta etapa
educativa. Las matrículas en religión católica durante el Bachillerato han
subido hasta un sesenta y tres por ciento entre los estudiantes del presente
curso. Dejemos de comportarnos -familias y profesores- como una minoría.
ABC.
NATIVIDAD GAVIRA
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