En la sociedad del siglo XXI es muy común ver y
experimentar en nuestros propios hogares desestructuramientos familiares a
varios niveles. Por un lado, los padres: divorcios, malos consejos,
sobreprotección, libertinaje, que no libertad.
Por otro, los hijos: creen que tienen más
derechos de los que les corresponden, se piensan que el mundo es suyo y se lo
merecen todo. Esa es la realidad, no en todos los hogares, pero cada vez en
más. Y ahora nos preguntamos el porqué.
La respuesta inmediata que viene a la mente es
“falta de educación”. Pero, ¿Qué es la educación? ¿Qué sería de la sociedad sin
ella? ¿Podríamos vivir en un país desarrollado y con el estado del bienestar
–aunque padeciendo los efectos de una crisis económica y financiera− si no
fuera por ella? ¿Sería posible vivir en una sociedad civilizada sin educar o
maleducando? Sin lugar a dudas, son una cantidad de interrogantes los que se
nos plantean al principio de este artículo que intentaremos ir resolviendo a lo
largo del mismo.
La RAE, en la segunda y tercera acepción que nos
da respectivamente, define la educación como “la crianza, enseñanza y doctrina
que se da a los niños y a los jóvenes” o “la instrucción por medio de la acción
docente”. Una de las acepciones del verbo educar es
“desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales y morales del niño o
del joven por medio de preceptos, ejercicios, ejemplos...”. La doble raíz de la
palabra educar –“educere-educare”− refiere el sistema que constituye el proceso
educativo: sacar lo mejor de cada persona apropiándose creativamente de los
tesoros de la historia. Un buen profesor nuestro de pedagogía nos definió la
educación como “el proceso de apropiación creativa de valores que se nos ofrece
como posibilidades para nuestra realización”. Como se puede apreciar estas dos
últimas definiciones son mucho más filosóficas, es decir, más profundas que las
académicas que nos da el diccionario.
En estos primeros párrafos hemos utilizado
palabras que son bastante complejas: sociedad, niños, jóvenes, educación, doctrina, valores... y aún nos falta concretar qué entendemos
por “valor”. Se puede definir como una cualidad real o ideal, deseada o
deseable por su bondad, cuya fuerza estimativa orienta la vida humana, desde su
dimensión comunicativa y simbólica. Ortega y Gasset decía que “el valor
dinamiza el crecimiento personal”.
La asignatura de Religión Católica es una
optativa que está totalmente
regulada por la LOE (2006) y aquí en Andalucía por la LEA (2007) y por lo tanto no es obligatoria para ningún alumno en los colegios e institutos públicos.
No obstante, para aquellos que no les gusta ver en las matrículas de los
colegios e institutos públicos la opción de cursar Religión o alternativa a la
misma, nos gustaría informarles que en la asignatura de Religión no se adoctrina sino que lo que se imparte es la cultura
católica. La clase de Religión,
según la experiencia vivida, posee muchísimos aspectos positivos a varios niveles. Nivel educativo: educación en valores, que se encuentran tan de moda. Todos ellos
valores humanos, positivos, de convivencia hacia compañeros, personas ajenas…
Desarrollo de la imaginación a través de la creatividad (obras teatrales
bíblicas, canciones acordes con el temario…); nivel histórico-socio-cultural: conocimiento de lo que otras personas han
hecho a lo largo del tiempo y dando respuesta a nuestra sociedad actual; nivel ético-moral: toma de consciencia sobre el bien y el mal
así como la disciplina, orden y estabilidad emocional que les proporciona.
La doctrina católica se da en la catequesis –que
es fuera de las aulas de enseñanza pública− y la cultura católica se imparte en
las aulas. Esto queda
perfectamente demostrado con algunos de los objetivos generales que dicha asignatura pretende en la ESO y
Bachillerato: “Conocer los textos fundamentales de la fe católica, que
constituye el núcleo esencial del mensaje cristiano, para comprender y expresar
adecuadamente el vocabulario y formulaciones de la fe. Situar las
principales fuentes del Cristianismo en su origen, forma y finalidad,
mediante algunos criterios de interpretación de la Iglesia Católica y
actualizar la información que nos aportan. Identificar a Jesucristo como núcleo central del hecho Cristiano, en su
mensaje, vida y actualidad y en la realización histórica de la Iglesia.”
Otro de los aspectos fundamentales que hemos
de tratar en este artículo es la educación en valores que ofrece dicha asignatura de Religión.
Al igual que las asignaturas de Filosofía y la de ECC también transmiten valores al alumnado, nuestros jóvenes –cursando esta asignatura−
pueden adquirir una formación y educación en valores. Esta premisa se
demuestra, otra vez, con algunos de los objetivos generales de la misma: “Acceder
a las interpretaciones que el cristianismo y otras religiones dan sobre la
condición humana fundamental y sobre el sentido de lo trascendente, a través de
algunas grandes preguntas que inquietan al ser humano. Aplicar los principios
de la moral cristiana a los hábitos sociales relacionados con la salud, el
consumo y el medio ambiente para una valoración crítica. Descubrir el hondo
significado cristiano de la tolerancia, participación, responsabilidad y
solidaridad, aplicándolos a situaciones sociales habituales: trabajo, ocio,
juego, familia, amigos... Iniciarse en la formación de una conciencia moral
cristiana con sentido crítico y de auténtica libertad ante las realidades
sociales, económicas y políticas de su entorno. Sensibilizarse ante los
valores, actitudes y normas que conforman el ser cristiano en orden a las
opciones que dan sentido a su vida, constatándolas con los posibles valores,
actitudes y normas que pueden regir en la sociedad.”
Por ello, considero que la asignatura opcional de Religión Católica es
esencial en las aulas públicas de este país. Como ha quedado totalmente demostrado, los
alumnos que, libre y voluntariamente, eligen y cursan esta asignatura tienen la
gran oportunidad de aprender la cultura católica y los valores más nobles y
bellos que nos da esa educación cristiana en valores, tan generosamente
ofertada por la Iglesia Católica, y que tanta falta hace en la sociedad del
mundo globalizado en que vivimos. Una sociedad paupérrima en valores humanos,
éticos y morales que casi está rozando el nihilismo pero que, gracias a Dios,
con la inconmensurable labor que los maestros y profesores de Religión
realizan, ésta no lo llegará a alcanzar. Por eso es tan importante la educación en valores, como la que nos ofrece la asignatura de Religión Católica en
este país, porque además de educar enciclopédicamente a nuestros niños y
jóvenes, tenemos el deber ético y la obligación moral de formarlos cívica,
ética y moralmente para que sepan convivir en sociedad, es decir, para que sean
“personas humanas preparadas para vivir como Ciudadanos del Mundo”.
JUAN ANTONIO DÍAZ SÁNCHEZ
(Ldo. en Historia y Máster en Hª Moderna)
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