Si
os pregunto qué maestro o profesor recordáis con mayor cariño, puede que lo
tengáis claro (o no) pero no tardaréis en evocar momentos entrañables de la
infancia. ¿Hacemos la prueba? Porque ese docente que viene a vuestra mente
debía tener cualidades humanas o vocacionales que lo hacían brillar de forma
especial.
Imaginad
que lográsemos reunir en una larga lista los atributos que destacamos, cada uno
de nosotros, de “nuestros profesores”. Estoy segura de que coincidiríamos en
muchos: ¿vivía con gran pasión su vocación?, ¿escuchaba a sus alumnos?, ¿os
hacía sentir únicos?, ¿os animaba y motivaba?, ¿despertaba vuestra ilusión por
aprender?, etcétera.
Docentes,
sois esto y más para vuestros alumnos, sois sus referentes. Pero me gustaría
recordaros algo en lo que a veces no reparamos y realmente tiene un peso
especial en nuestra relación con ellos: Hay frases que nos llenan el corazón y
el alma, que nos invitan a crecer y a confiar en nosotros mismos. Hay palabras
que alimentan nuestra autoestima, que nos regalan paz y felicidad; y todavía
más si vienen dichas de la boca de nuestro profesor.
En
este artículo quiero reclamar ese lenguaje que, por obvio, a veces no le damos
el valor que tiene. ¿Os apuntáis?
“SÉ
QUE SABRÁS HACERLO”
Algunas
palabras tienen el poder de reconfortar y hacernos sentir capaces de cualquier
cosa. Fortalecen nuestra confianza y nos animan a emprender proyectos nuevos.
Este tipo de expresiones son importantísimas durante la infancia y la
adolescencia, que es el momento en que se está forjando la personalidad.
Necesitaréis haceros con un buen repertorio para la escuela: “Creo en ti”, “no
dudo que lo conseguirás”, “lo vas a lograr”.
“¿POR QUÉ NO PRUEBAS?”
Cuando
hablamos desde el corazón y animamos a nuestros estudiantes a arriesgar, les
llenamos de energía. Con nuestra actitud positiva y cercana; les recordamos que
confiamos en ellos y, sobre todo, que tiene la capacidad para creer y crecer.
Las experiencias que vivimos nos hacen ser la persona que somos y es así como
se forja nuestra identidad.
Tomad
nota de las siguientes expresiones, os serán útiles para retar a vuestros
estudiantes: “¿Te atreves a probar?”, “¿y si lo intentamos juntos?”, “¿te
animas a hacerlo?”
“ME ENCANTA CÓMO ERES, ME ENCANTA CÓMO
HACES ESTO”
Una
parte importante en la construcción de la autoestima es la interacción con
otras personas. Con el inicio de la escuela infantil, nuestros pequeños alumnos
empiezan a relacionarse con otros niños de su edad y es bonito (y necesario)
recordarles que cada uno de ellos es único y especial. ¡En la diferencia está
el valor!
“¿Y SI TRATAS DE VERLO DE OTRA FORMA?”
Tendemos
a ofuscarnos en nuestros propios pensamientos y nos resulta entonces difícil
ver las cosas desde otro punto de vista. De tal manera que es genial disponer
de alguien que nos empuje a pensar de distinta forma y que abra nuestra mente,
¿no os parece?
Creo
que esta es una buena frase (en todas sus variantes) para que los alumnos se
pongan en el lugar de otra persona y así conducirlos hacia un pensamiento más
positivo y empático: “¿Crees que tu compañero Marcos pensaría igual?”, “¿mañana
volverías a pensar lo mismo?”
“¡CUÁNTO TE HAS ESFORZADO!”
Todos
necesitamos sentir que nuestros esfuerzos son reconocidos y no solo los logros
que alcanzamos. Así es como la motivación recae en el camino y no únicamente en
la meta final. Por eso, cuando destacamos con palabras bonitas la dedicación
que nuestros alumnos han puesto en una tarea, fortalecemos esos comportamientos
y actitudes positivas.
¿Queréis
saber algunas expresiones que podéis emplear? “Te implicaste mucho en el
trabajo de grupo”, “has trabajado duro en ello”,“puedes estar orgulloso, ¡cómo
te has esforzado!”, etcétera.
“SÉ QUE TE SIENTES…”
Los
niños necesitan aprender vocabulario emocional para entender lo que están
sintiendo y poner voz a sus emociones. Solo así logran identificar sus
sentimientos y compartirlos con nosotros. Desde la escuela, podemos acompañar
esas emociones, es decir, podemos pronunciar en voz alta cómo creemos que se
sienten para ayudarles: “Veo que estás muy feliz”, “veo que eso no te ha
gustado”, “me parece que estás enfadado.”
“ME IMPORTA TU OPINIÓN, ¿QUÉ PIENSAS SOBRE
ESTO?”
Cuando
damos valor a las opiniones de nuestros estudiantes, estos se sienten reconfortados y satisfechos. Advierte en que
sus pensamientos son importantes y que cada uno de nosotros tiene su propia
forma de pensar. Esto se traduce en unos beneficios inmediatos en la
convivencia en las aulas: nuestros alumnos se muestran más receptivos y
tolerantes y receptivos, y se promueve el diálogo entre ellos.
Os
animo a repetir a menudo las frases que os he compartido. Aunque simples,
dichas de forma consciente y en el momento adecuado; consiguen generar
actitudes muy positivas en nuestras aulas y sacan a relucir lo mejor que
tenemos las personas, esas cualidades humanas únicas que nos hacen especiales.
Rocío
López Valdepeñas es maestra especialista en innovación educativa y
emprendimiento.
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