No te inquietes por las dificultades de la vida, por sus
altibajos, por sus decepciones, por su futuro más o menos sombrío. Desea
aquello que Dios desea.
Ofrécele en medio de inquietudes y dificultados el
sacrificio de tu alma sencilla que, a pesar de los pesares, acepta los
designios de su providencia. Poco importa que te consideres un frustrado, si
Dios te considera plenamente realizado; como le place.
Déjate con confianza ciega en este Dios que te quiere para
él. Y que llegará hasta ti, pese a que no lo veas nunca. Piensa que te
encuentras en sus manos, tanto más fuertemente cogido, cuanto más decaído y
triste te encuentres.
Vive feliz. Te lo suplico. Vive en paz. Que nada te turbe.
Que nada sea capaz de sacarte la paz. Ni el cansancio psíquico. Ni tus
equivocaciones morales.
Haz que brote, y conserva siempre sobre tu rostro, una
dulce sonrisa, reflejo de aquella que el Señor continuamente te dirige. Y en el
fondo de tu alma coloca, antes que nada, como fuente de energía y criterio de
verdad, todo aquello que te llene de la paz de Dios.
Recuerda: Todo aquello que te reprima y inquiete es falso.
Te lo aseguro en aras de las leyes de la vida y de las promesas de Dios.
Por esto, cuando te sientas afligido y triste, adora y confía.
Teilhard de Chardin
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