En la divulgación científica nos
encontramos muy a menudo interpretaciones muy ingenuas sobre los textos
religiosos; interpretaciones «literales» de los versículos bíblicos, como si se
tratara de un libro antiguo de ciencia, refutado por sus delirantes e ingenuas
creencias.
Lo cierto es que ya los antiguos
filósofos y teólogos cristianos explicaban que el libro del Génesis no era un
texto para ser leído en forma literal, sino simbólica. Porque su mensaje sobre
la Creación no trata sobre cómo es que las cosas llegaron a ser lo que son,
sino sobre su sentido y su finalidad.
Grandes científicos sin formación
en religión, o con un gran desconocimiento de la historia de la filosofía, como
Stephen Hawking, creyeron que los textos religiosos defienden que Dios creó el
mundo como una causa física, como si formara parte del mismo universo.
¿TIENE RAZÓN LA BIBLIA?
De allí la facilidad con la que
descartan su existencia porque la piensan como un pretexto de lo que no se sabe
explicar; y, a medida que la ciencia avanza, a Dios le quedarían menos lugares
para ocupar, porque los misterios se van resolviendo. Es esta una visión muy
ingenua de lo religioso y de las preguntas metafísicas.
Es hasta divertido ver
documentales supuestamente «científicos» para ver «si la Biblia tenía razón».
Buscando evidencias arqueológicas de historias que son relatos simbólicos, o
hechos históricos contados con una narrativa épica. Esto hace difícil
distinguir los elementos históricos de los que no lo son y muchos de ellos
pertenecen al género mítico.
LECTURA DESENFOCADA DE LA BIBLIA
Cualquier estudioso de la Biblia
conoce sus géneros literarios, los métodos de escritura; y querer hacerle una
confrontación científica es una lectura demasiado infantil y desenfocada. Como
hacen Richard Dawkins y otros autores, que suponen oposición entre la evolución
biológica y la fe en la creación. Solo les valdría su crítica para los grupos
fundamentalistas que leen la Biblia con la misma ingenuidad literalista.
Y tienen millones de seguidores
que, como no han tenido una mínima formación para interpretar estos textos, se
sienten «liberados» por inteligentes ateos, que vienen a avisarles que no deben
creer en esos cuentos. Es algo tragicómico.
Tal vez una de las tendencias más
frecuentes que uno se encuentra en la divulgación científica que pretende
confrontar las creencias religiosas, es hacer pasar el materialismo filosófico,
la visión materialista de la realidad, como si fuera una postura científica.
Como si la ciencia fuera por definición atea, lo cual es en sí mismo una
postura ideológica, válida para quien así lo cree.
Pero debe asumirse como lo que
es: una visión metafísica de la realidad, muchas veces inconfesada o asumida
inconscientemente.
Otra cosa muy distinta es la
crítica de la pseudociencia, cuando creencias de tipo mágico o supersticioso se
venden con pretensión de evidencia científica o negando las evidencias
científicas. En este caso, la oposición no es entre ciencia y religión, sino
entre ciencia e irracionalidad.
De allí que el catolicismo,
apoyado siempre en la mutua compenetración de fe y razón, en la promoción del
desarrollo filosófico y científico, haya combatido siempre toda clase de
superstición y pensamiento mágico. Y haya criticado el fideísmo, ya que
consiste en una fe que da la espalda a la razón.
¿QUÉ ES EL MATERIALISMO?
Los términos «materialismo» o
«materialista» en el uso común suelen tener una carga negativa, generalmente
asociados al afán de bienes materiales; o incluso, reducido a un tipo de
materialismo como fue el «materialismo dialéctico» de Marx y Engels hasta los
pensadores soviéticos.
Aquí nos interesa lo que
comúnmente se llama «materialismo científico», porque formas materialistas de
pensamiento existen desde la antigua Grecia hasta nuestros días.
El «materialismo» no se refiere a
una única filosofía, sino a una amplia variedad de concepciones que comparten
rasgos fundamentales. En términos generales, las podemos definir como una
visión filosófica cuyo principal postulado es que no existe más que el ser
material; es decir, el ser que viene dado por la experiencia de los sentidos. Y
todo ha de reducirse a ello y ha de poder explicarse materialmente.
Aunque muchos creen que pensar
así es el resultado de la evidencia científica, en realidad es una postura
filosófica, metafísica.
CONTROVERSIA ENTRE MATERIALISMO
CIENTÍFICO Y TEÍSMO
Aunque las ciencias naturales se
limiten a estudiar la realidad que podemos llamar «física», eso no significa
que agoten todo lo real. Pero si se asume una filosofía materialista de fondo,
será incompatible con aceptar la existencia de cualquier realidad inmaterial.
Mucho menos la idea de la existencia de alguna forma de divinidad o realidad
trascendente al mundo.
Por eso todo materialismo es
incompatible con cualquier forma de teísmo que afirme la idea de una realidad
trascendente.
La controversia entre materialismo científico y teísmo la encontramos actualmente en un debate interpretativo de los resultados en varios campos científicos. Especialmente en tres: las neurociencias, los estudios sobre el origen y la evolución de la vida, y la cosmología.
Desde el problema del alma, hasta
si hay una inteligencia detrás de la evolución o si puede pensarse en un
Creador del Universo, son problemas de discusión filosófica con posturas
materialistas.
Aquí no vamos a detenernos en
estos debates actuales sobre posturas filosóficamente materialistas asumidas en
el ámbito de las neurociencias, de la biología o de la cosmología. Sino que nos
interesa explorar brevemente la relación del materialismo con el ateísmo,
porque en muchos escritos de divulgación científica se asume el materialismo
filosófico como un punto de partida «científico». Y no lo es.
¿ES EL MATERIALISMO UNA POSTURA
CIENTÍFICA?
En los últimos años muchos
autores materialistas utilizan el término «naturalismo» para explicar su
postura. Otros entienden que son nociones diferentes, pero en general se
utilizan como sinónimos. Porque afirmar que todo es material, o derivado de la
materia, y que lo material se define a partir de las ciencias naturales, no
deja lugar a una diferencia clara entre lo material y lo natural.
Aunque podrían hacerse
distinciones entre uno y otro término, el materialismo científico de las
últimas décadas usa naturalismo como sinónimo de materialismo.
Es importante no confundir con el
naturalismo metodológico, donde simplemente el investigador entiende que la
metodología y el objeto de estudio de su ciencia le exige buscar solo y
exclusivamente causas naturales para comprender la naturaleza. Esta actitud
metodológica es aceptable como postura científica, porque se entiende que es
por razones metodológicas.
Pero otra cosa es asumir un
naturalismo ontológico, porque implica afirmar que no existen más realidades que
las naturales. Y esto es una postura metafísica, no científica. Igualmente
existe el problema de definir qué se entiende por «realidad natural», lo cual
no es una tarea sencilla y adquiere cada vez mayor complejidad.
Las teorías físicas actuales
sobre la composición de la materia son de una complejidad increíble, solo
accesible a quienes se dedican seriamente al tema. Pero no dan una respuesta
simple ni definitiva al tema. La cuestión de fondo es más filosófica que
científica, a la hora de explicar qué entendemos por «materia».
¿QUÉ ENTENDEMOS POR MATERIA?
Las explicaciones populares o de
que la materia es «lo que podemos ver o tocar» es muy pobre. Porque las ondas
electromagnéticas, los campos gravitatorios, los protones o neutrones o
cualquiera de las «partículas elementales» de distintos niveles no son
realidades que podamos ver o tocar. Así de simple.
Es cierto que los argumentos actuales del materialismo son muy sofisticados, pero no terminan de dar una respuesta definitiva al tema.
El filósofo y físico argentino
Mario Bunge, explícitamente materialista, enumera diez problemas que los
materialistas no han resuelto: como la existencia de la libertad o el espíritu,
que trascienden las leyes naturales, los objetos culturales, los valores que
guían nuestro comportamiento, etc.
Pero el autor asume que el
materialismo es la más válida filosofía para la ciencia, que le permite
progresar. El problema es que no siempre se asume que la ciencia experimental
se basa en el estudio de realidades naturales, materiales; y por ello, nada
puede decir sobre la existencia de realidades espirituales, ni a favor, ni en
contra. Solo es posible unir materialismo y ciencia si todo el conocimiento se
reduce a lo que las ciencias pueden comprobar.
Nadie hasta ahora ha sido capaz
de dar una satisfactoria explicación materialista de la inteligencia o de la
conciencia… Salvo que caiga en reduccionismos, por no poder asumir los límites de
la investigación científica.
Uno puede no creer que existan
realidades espirituales, pero que no existan no se deduce de la investigación
científica. No supone ninguna crítica a la ciencia entender que no es su campo
de estudio lo que está fuera de los límites de su objeto y de sus métodos.
La mayoría de los científicos
tienen claras estas distinciones. Pero en la divulgación científica
generalmente se cuelan posturas filosóficas muy cuestionables como si fueran
evidencias empíricas.
LA CIENCIA NO ES ATEA, NI TEÍSTA:
ES CIENCIA
El problema de Dios es un
problema filosófico, metafísico, teológico. Pero no tiene ningún sentido buscar
en la ciencia argumentos para demostrar la existencia de Dios o su
inexistencia.
Hay grandes científicos ateos,
agnósticos, católicos, evangélicos, judíos, hindúes y musulmanes. No por ser
creyentes o ateos hicieron una ciencia menos rigurosa y menos seria.
Simplemente saben con honestidad intelectual distinguir ámbitos, lenguajes y la
complejidad de lo real, que no lo agota la investigación científica.
Lo que ya los antiguos autores
cristianos tenían claro, como San Agustín, es que no pueden la razón y la fe
contradecirse. Razón por la cual, la religión no puede vivir de espaldas a la
ciencia u oponerse a la razón, porque allí la religión degenera en toda clase
de irracionalidades, supersticiones y fanatismos.
Muchas de estas actitudes
puntuales que se han dado en algunas formas de religiosidad, han alimentado el
prejuicio cientificista. Pero lo cierto es que la ciencia, tal como hoy la
conocemos, se desarrolló dentro de la cultura judeocristiana. Y que grandes
hitos en la historia del desarrollo científico estuvieron protagonizado por
hombres de fe, desde Copérnico, Galileo, Newton, Leibniz, y Steno, hasta Lavoisier,
Pasteur, Mendel, Lamarck, Planck y Lamaitre.
TOMADO DEL PORTAL ALETEIA
Miguel Pastorino - publicado el
10/02/21
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