El
proceso para la declaración de un cristiano o cristiana como santo suele ser un
proceso largo y minucioso. Estos son los cuatro pasos:
1.
Siervo de Dios. El obispo diocesano y el postulador de la causa piden iniciar
el proceso de canonización tras realizar una exhaustiva averiguación con
personas que conocieron al candidato para saber si en verdad su vida fue
ejemplar y virtuosa. Si se logra comprobar por el testimonio de estas personas
que su comportamiento fue ejemplar, la Iglesia le declara «Siervo de Dios».
2.
Venerable. La Congregación para la Causa de los Santos del Vaticano aprueba la
"positio" un documento en el que incluyen, además de los testimonios
de los testigos, los principales aspectos de la vida, virtudes y escritos del
Siervo de Dios. Si por estas detalladas averiguaciones se llega a la conclusión
de que sus virtudes, fueron heroicas, el Santo Padre lo declara «Venerable».
3.
Beato. Para que un venerable sea beatificado es necesario que se haya producido
un milagro debido a su intercesión. Dicho milagro debe ser probado a través de
una instrucción canónica especial, que incluye el parecer de un comité de
médicos y de teólogos.
4.
Santo. Para la canonización es necesario otro milagro atribuido a la
intercesión del beato y ocurrido después de su beatificación. En el caso de
algunos santos el procedimiento de canonización ha sido rápido, como por
ejemplo, para San Francisco de Asís y San Antonio, que sólo duró 2 años.
Pocos
han sido declarados santos seis años después de su muerte, o a los 15 ó 20
años. Para la inmensa mayoría, los trámites para su beatificación y
canonización duran 30, 40, 50 y hasta cien años o más.
Los santos "canonizados" oficialmente por la Iglesia católica son alrededor de 10.000, aunque los procesos tal como hoy los conocemos son relativamente nuevos, del siglo XVIII. Antes los santos surgían por aclamación popular.
TOMADO DEL DIARIO ABC
No hay comentarios:
Publicar un comentario