Los
ataques y el reduccionismo ridículo que está sufriendo el currículo de Religión
de la Iglesia Católica solo puede responder al miedo y a la ignorancia.
Querer
hacer creer que por decir una expresión de agradecimiento se está rezando es,
como dice el bueno de Avelino, creer que por memorizar una poesía uno ya
es poeta, o por saberse la tabla de multiplicar el alumno ya es un matemático.
Solo la ignorancia puede tener una visión de la oración cristiana tan barata y
mágica. No hay oración cristiana sin fe y la fe no fue ni es objeto de la
enseñanza religiosa en la escuela.
Por
qué esta polémica falsa respecto del de Religión. Por qué atacar a un
currículo que es respetuoso con las reglas de juego del lugar donde se desarrolla,
la escuela, y con la finalidad de la misma: el desarrollo integral de la
persona. La ERE no es catequesis, es verdadera enseñanza curricular donde se
hace un estudio sistemático y pedagógico del cristianismo teniendo en cuenta la
edad y capacidad de los alumnos. ¿Por qué esa insistencia en reducir la
dimensión religiosa al ámbito de lo privado?
Los
cristianos somos ciudadanos con los mismos derechos que el resto. Pagamos
impuestos, votamos responsablemente cuando se nos solicita y nos involucramos en
la construcción de un mundo mejor. Consideramos que ayudar a los niños y
jóvenes a buscar la Verdad e introducirlos en la realidad es una
responsabilidad ineludible que no estamos dispuestos a dejar solo en manos del
Estado y mucho menos en manos de políticos cuyos intereses no son, la mayoría
de las veces, el bien común de los ciudadanos a los que dicen servir.
Causa
vergüenza ajena la desfachatez de algunos políticos al juzgar y condenar
un currículo que son incapaces de entender porque nunca han hecho el
recorrido académico para entenderlo. Los alumnos de Religión de 1º de la ESO
saben distinguir la diferencia entre la respuesta que da la Ciencia a la
cuestión sobre el origen y la que proporciona la Sagrada Escritura. A la
primera le interesa el qué, el cómo, el dónde y el cuándo, a la segunda el por
qué y el para qué. Para nada se contradicen, al contrario, se complementan.
Como glosaba Galileo “la ciencia nos enseña cómo va el cielo y la Religión cómo
se va al cielo”, o más cercanamente el propio Einstein: “la Ciencia sin la
Religión está coja, la Religión sin la Ciencia está ciega”.
De
seguir por este camino pedirán que se retire del currículo de lengua y
literatura los escritos de Santa Teresa o el Cántico Espiritual de San
Juan de la Cruz. Habrá que desterrar del currículo de Filosofía a San Agustín o
Santo Tomás. Por favor no se olviden de quitar del currículo de Biología a
Mendel y del de física a Maxwell y a Carnot. Por último, no dejen de rehacer el
currículo de Ciencias Sociales porque al estudiar la historia de occidente se
las tienen que ver con unos cuantos millones de cristianos que a lo largo de
estos veinte siglos consideraron a Dios su Señor y Creador y han desarrollado
eso que se llama la civilización del amor y de los Derechos Humanos.
Evidentemente hemos cometido muchos errores y no todos hemos estado a la altura
de nuestra vocación (a lo que estamos llamados) pero no cabe duda de que en la
resultante histórica el saldo ha sido muy positivo para todos.
No
tengan miedo. Somos gente de paz, amamos hasta que duele y nos comprometemos
por las causas perdidas porque tenemos un optimismo genético. Creemos que
procedemos del Amor con rostro de Padre y que todos los seres humanos tenemos
la misma dignidad porque somos sus hijos. Nosotros no tenemos miedo a la verdad
y respetamos todas las opiniones y creencias. En verdad, os amamos y daríamos
la propia vida por vuestra felicidad.
Atacar
a la Iglesia es muy fácil. Burlarse de lo cristiano empieza a ser recurrente y
cansino. Ningunear a los miles de niños y jóvenes que cursan la asignatura de
religión católica no resulta, precisamente, ejemplar.
Propiciar
que los niños de 6 años "memoricen fórmulas de agradecimiento y
petición" es responsable y educativo. Manipular, mentir y tergiversar
de manera intencionada y torticera es irresponsable y mezquino.
Mªdel
Pilar Hernández Santos.
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