«¿Los
evangelios apócrifos? Textos tardíos, sin relación con los hechos, para
filósofos gnósticos»
El
historiador Marco Fasol explica la base semítica de los Evangelios de la
Iglesia y su ausencia en los apócrifos, tardíos y sin base en los apóstoles
Profesor
de historia y filosofía en un prestigioso instituto concertado de Verona, Marco
Fasol estudia desde hace años la cuestión de la autenticidad de los Evangelios
canónicos a la luz de los conocimientos filológicos y documentales más
modernos.
Un
argumento que estalló en los tiempos de El código da Vinci de Dan Brown, cuando
millones de personas tuvieron conocimiento por primera vez de la existencia de
los denominados Evangelios apócrifos y, con el clásico gusto por las cosas
prohibidas, se dejaron guiar por un narrador estadounidense a través de una
recorrido novelado y repleto de imágenes que no tiene ninguna conexión con los
hechos.
La
idea de que los verdaderos Evangelios son los apócrifos (o algunos de ellos) no
es nueva: Dan Brown, notoriamente cercano a ambientes esotéricos, podía encontrar
huellas de esto en otros pasajes de la historia.
Varios
jerarcas nazis, por ejemplo, estaban convencidos de la existencia de un quinto
Evangelio, ocultado por la Iglesia, que contendría verdades coherentes con la
ideología nacionalsocialista y en conflicto, en cambio, con la doctrina
católica.
Precisamente
con el fin de proporcionar a los
lectores conocimientos científicos sobre los Evangelios canónicos y apócrifos,
Fasol escribió un pequeño libro, Il codice svelato (El código desvelado,
ndt), que fue un auténtico éxito de ventas.
Ahora vuelve sobre este argumento, en un contexto muy distinto: de hecho,
su ensayo sobre la autenticidad de los
Evangelios, publicado por Fede & Cultura, sale junto a un ensayo sobre la Sindone de la científica Emanuela Marinelli.
Fasol
y Marinelli ofrecen a los lectores un panorama completo sobre los estudios de
los Evangelios y las investigaciones científicas llevadas a cabo, durante
decenios, sobre la Sindone. Hemos entrevistado a Marco Fasol para entender
mejor qué hay detrás del estudio de los Evangelios.
-Profesor Fasol,
primero de todo, díganos algo sobre la lengua de los Evangelios.
-Los
estudios más recientes sobre los Evangelios han evidenciado que el griego, en
el que había sido escrito todo el Nuevo Testamento, tiene unas referencias
clarísimas a una predicación original en arameo, la lengua madre de Jesús de
Nazaret. Al menos 26 palabras de los Evangelios han quedado en arameo porque
los evangelistas no quisieron traducirlas al griego: querían que resonaran a
los lectores precisamente con la máxima fidelidad a la voz del Maestro.
»Entre
estas palabras podemos recordar la importantísima palabra aramea “Abbà”, un
vocativo muy particular con el que el Maestro se dirigía al Padre, llamándolo
“papà” (Abbà, efectivamente), con la máxima confianza y familiaridad filial.
Pensemos también que los Evangelios repiten cincuenta veces el término hebreo
“amén”, que significa “en verdad”, otro uso singular del Maestro, que
introducía habitualmente su discurso repitiendo dos veces “en verdad, en
verdad”. Otros ejemplos celebérrimos son las últimas palabras en la cruz “Eloì,
Eloì, lama sabactani?”, “Talita qum”, “rabbì”, “effatà”. Todos signos de máxima
fidelidad histórica.
-¿Cuándo se
empezaron a aplicar los principios de la filología al texto sagrado?
-Fue
sobre todo en el siglo XX cuando se profundizó la investigación sobre las
“formas lingüísticas”, los “géneros literarios” y el “contexto histórico” que
están en la base de los textos evangélicos. Haciendo una referencia concreta, podemos
recordar el documento de la Pontificia Comisión Bíblica De historica
Evangeliorum veritate, (LEV, Ciudad del Vaticano, 1964). En este texto se
reconoce la legitimidad del método histórico-crítico en el estudio de los
Evangelios. También el Concilio Vaticano II, en la Dei Verbum (1965), en el n.
19, afirma sin dudarlo la historicidad de los cuatro Evangelios, como
demostración del hecho de que los estudios filológicos han confirmado la
fidelidad histórica de los textos.
-¿Cuáles han sido
los resultados?
-La
filología ha profundizado en el estudio de las “formas lingüísticas” antiguas,
individuando algunas estructuras típicas del arameo (lengua oral, el dialecto
de Galilea) y del hebreo (lengua escrita, utilizada por los escribas de Judea),
las lenguas originales hablados por Jesús. Estas estructuras lingüísticas son
ajenas a la literatura griega y, por lo tanto, son un signo evidente del origen
semítico de los Evangelios. Podemos decir que los evangelios fueron pensados en
arameo y después traducidos al griego. El cuerpo es griego, pero el alma es
semítica.
»En
el texto Luce dal sepolcro se citan, por ejemplo, los paralelismos que son una
repetición de la frase, para que se imprima mejor en la memoria, técnica
utilizada precisamente por los rabinos en las escuelas de la antigua Israel.
Hay más de cien paralelismos en los cuatro Evangelios. Distinguimos entre
paralelismos antitéticos, donde la repetición de la frase ve una primera forma
negativa y luego una positiva (por ejemplo, “no he venido para ser servido,
sino para servir”, “los cielos y la tierra pasarán, pero mis palabras no
pasarán”).
»Hay,
además, paralelismos sintéticos donde la repetición de la frase se presenta con
la misma forma (“no deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas a los
cerdos”). Otro rasgo semítico es la repetición de términos similares, para
facilitar su memorización: “perdona … nuestras ofensas … como nosotros las
perdonamos a los que nos ofenden”. “El sembrador salió para sembrar la semilla,
una parte de la semilla…”.
»Otra
novedad lingüística, y no sólo de contenido, es el uso sistemático de las
parábolas. Son relatos concretos, tomados de la vida cotidiana, únicos en todas
las literaturas antiguas y de gran eficacia para comunicar un mensaje moral
increíble: el amor misericordioso, el perdón, el cuidado de los débiles y los
enfermos, la ayuda a los pobres… En resumen, gracias a la filología se ha visto
que los Evangelios no son ciertamente elaboraciones realizadas por comunidades
helenísticas durante dos siglos, como había pensado Bultmann en la primera
mitad del siglo XX, sino fieles transmisiones orales de la predicación
originaria del Maestro.
-¿Qué son los
Evangelios apócrifos?
-“Apócrifo”
en griego significa “escondido” y efectivamente son por lo menos una veintena
los evangelios “apócrifos” que permanecieron escondidos hasta el siglo XIX. La
Iglesia o el Vaticano no tienen nada que ver con presuntas operaciones de
“encubrimiento” o de “censura” de estos textos. Sencillamente, los escasísimos
manuscritos apócrifos habían permanecido enterrados en pueblos aislados, sobre
todo del antiguo Egipto, donde a partir del siglo II se fue difundiendo la
gnosis, una doctrina filosófica neoplatónica con infiltraciones cristianas,
coptas, persas…
»Es
importante saber que estos apócrifos no desmienten los acontecimientos
principales de la vida de Jesús; por ejemplo, el Evangelio apócrifo de Pedro
describe en términos espectaculares el momento de la resurrección. Otros
evangelios apócrifos relatan a menudo algunos milagros.
-¿Cómo podemos
distinguir los Evangelios auténticos de los apócrifos?
-Las
primeras comunidades cristianas adoptaron algunos criterios de autenticidad que
son aceptados también por los historiadores laicos. Ante todo, el criterio de
la antigüedad. Estamos seguros de que los cuatro evangelios fueron escritos en
el primer siglo y los recientes descubrimientos papirológicos (Papiro Rylands,
Papiros Bodmer) nos confirman esto. Al contrario, los apócrifos son todos ellos
de redacción tardía.
»Otro
criterio es la catolicidad, es decir, el hecho de que los evangelios canónicos
estaban difundidos en todo el mundo antiguo, por lo tanto en las comunidades de
Roma, Atenas, Damasco, Antioquía, Jerusalén, Alejandría de Egipto, Efeso, etc.
Al contrario, los apócrifos tenían un uso local, restringido al círculo
elitista de pocos filósofos gnósticos.
»Otro
criterio es la apostolicidad, es decir, la enseñanza conforme a la predicación
original de los apóstoles. Y es en la aplicación de este criterio que el
análisis lingüístico se convierte en decisivo. Mientras los Evangelios
auténticos o canónicos (= conforme al canon o regla apostólica) tienen
referencias continuas y evidentes al arameo y al hebreo, los apócrifos no las
tienen. Más bien al contrario, presentan un léxico típico de la filosofía
neoplatónica y gnóstica helenística, que nada tiene que ver con el hebreo. El
Evangelio de Judas, por ejemplo, habla de “Barbelo, Saclas, arcontes,
sizigia…”, toda ella terminología gnóstica absolutamente ajena a la cultura
hebrea.
-¿Puede darnos un
ejemplo?
Mientras
los evangelios apostólicos hacen referencias continuas a las Escrituras del
Antiguo Testamento, que tenían un valor fundamental para cada hebreo, en los
apócrifos, en cambio, no hay ninguna referencia a las Escrituras antiguas.
Dando cifras concretas, en los evangelios canónicos el patriarca Abraham es
citado 33 veces, Moisés 37 y David 38. En los evangelios apócrifos no
encontramos ninguna cita a estos patriarcas, importantísimos para los
israelitas.
»Además,
el mensaje de los evangelios apócrifos gnósticos se resiente de la filosofía
platónica dualista que desprecia e incluso considera malvada la materia y, por
lo tanto, la corporeidad, - despreciando también, por consiguiente, la
feminidad -, y en la que la salvación es reservada a unos pocos privilegiados
según un criterio discriminatorio entre sabios e ignorantes.
»En
resumen, los apócrifos podrán ser útiles para conocer la filosofía gnóstica del
siglo II o III, pero no ciertamente para conocer el mensaje original de Jesús
de Nazaret, que es el que ha cambiado el mundo. De hecho, ha traído la
revolución ética más importante de la historia, ha dado dignidad a cada ser
humano en un mundo donde había millones de esclavos, donde las mujeres y los
niños eran discriminados y donde los enfermos no eran cuidados con amor
fraterno.
-¿Por qué un
estudio filológico sobre los Evangelios junto a un estudio sobre la Sindone?
-Emanuela
Marinelli y yo hemos pensado en valorar la ostensión de la Sindone que se
realizará en Turín del 19 de abril al 24 de junio de este año ofreciendo en un
único libro, a todo honesto investigador de la verdad histórica, los
conocimientos más importantes sobre Jesús de Nazaret. De hecho, está claro que
la Sindone sin los relatos evangélicos sigue siendo un enigma indescifrable.
Sólo los relatos evangélicos constituyen la clave de lectura capaz de
decodificar e interpretar la Sindone. Por lo tanto, se convierte en algo
indispensable una investigación científica y documentada no sólo sobre la
Sindone, sino también sobre la autenticidad de los Evangelios.
»En
otras palabras, con este texto hemos querido responder a las exigencias del
hombre moderno, en especial de los jóvenes que crecen con una cultura
científica e ilustrada. Una docente de historia de la Universidad "La
Sapienza" de Roma, Lucetta Scaraffia, ha dicho que dos tercios de sus
estudiantes creen que entre Jesús y Jupiter no hay diferencia alguna en cuanto
a documentación histórica.
»Se
convierte entonces en indispensable para el mundo contemporáneo ofrecer al
lector una investigación actualizada sobre la inmensa documentación de los
Evangelios, que son el texto histórico más documentado del mundo antiguo en lo
que respecta a número de manuscritos y su antigüedad. Basta pensar que tenemos
más de quince mil manuscritos del Nuevo Testamento, mientras que sólo tenemos unas
pocas decenas de manuscritos de los autores clásicos más célebres, como César,
Platón, Tácito. Si falta esta competencia histórica, las jóvenes generaciones
corren el riesgo de seguir siendo analfabetas precisamente sobre los temas más
importantes que dan un sentido a nuestra vida.
(Publicado
originariamente en La Nuova Bussola Quotidiana; traducción del italiano por
Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares)
FUENTE:
www.religionenlibertad.com
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