Muy
pocas personas están enteradas de que el pequeño territorio del Estado Vaticano
cuenta con un observatorio astronómico que depende directamente del Papa. Y tal
vez son menos aún los que han escuchado que hay toda una comunidad de
sacerdotes y hermanos jesuitas dedicada específicamente a los estudios
astronómicos tanto en el Observatorio Vaticano, como en su filial en Arizona,
USA
Quisimos
entrevistar a uno de sus grandes expertos, el hermano Guy Consolmagno. Guy
tiene un particular currículum: Astrónomo, científico planetario, experto en
meteoritos y asteroides, y además ha estudiado filosofía y teología. Realizó
parte de sus estudios en el MIT y también en Harvard, donde enseñó algunos
años. Sirvió en el Cuerpo de Paz de los Estados Unidos en Kenya por 2 años en
la década de los ochenta.
En
1989 entró a la Compañía de Jesús donde decidió hacer votos como hermano de la
comunidad. Hoy es el responsable de la colección de meteoritos del Observatorio
Vaticano y ha participado en una misión especial en la Antártida donde fueron
encontrados cientos de meteoritos preservados en medio de bloques de hielo
azul. La lista de conferencias, publicaciones, artículos en revistas
especializadas y la participación activa en el mundo científico es vasta.
Nos
recibió en los cuarteles generales del Observatorio Vaticano en Castel
Gandolfo. Encontramos ciertamente a un hombre apasionado por la ciencia, pero
también a un hombre con un profundo amor por la Iglesia y por su misión
evangelizadora.
Alegre
y espontaneo, nos mostró las instalaciones del Observatorio, para finalmente
recibirnos en su laboratorio donde, sentados entre microscopios, computadoras,
e incluso algunos meteoritos que estaban siendo examinados, tuvimos una cercana
conversación.
Hoy
somos testigos, a través de los medios de comunicación, de una suerte de
“guerra” entre la religión y la ciencia.
Autores científicos famosos no sólo tienden a relegar la religión a lo
meramente privado, sino que al mismo tiempo afirman que quien tiene creencias
religiosas no puede ser un verdadero científico.
En
muchas ocasiones escuchamos que la ciencia ha constatado la “inexistencia de
Dios”, o que incluso estamos en una época “post-religión”, donde finalmente la
religión ha sido superada y no es más que el recuerdo de un pasado ignorante.
Por el otro lado, se ha manifestado a veces una cierta oposición a la ciencia
por parte de creyentes de varias religiones, sea por razones éticas o por una
especie de temor producido cuando los avances científicos se perciben como opuestos
a las propias creencias religiosas.
¿Por qué esta suerte de guerra?
Es
preciso entender que las personas que están generando una guerra entre ciencia
y religión están tratando de venderte algo. Ellos tienen una agenda definida, y
esa agenda no se basa en la verdad. Esto se aplica a los dos polos, tanto para
el ateo que insiste en que la religión no es más que una fuente de mal, como
para los fundamentalistas religiosos que insisten en que la ciencia es la
fuente de todos los males.
Ambos
buscan decir que el mal no está en ellos, sino en los otros. En el fondo tratan
de negar que el pecado original está presente en todos nosotros. Es de algún
modo también una respuesta ante el temor.
El
fundamentalismo es una respuesta al miedo. Si tienes miedo de la religión,
estás afirmando que no tienes fe en tu ciencia. Y si temes a la ciencia, estás
afirmando indirectamente que no tienes fe en tu religión. En el fondo tú no
tienes fe en la verdad. Respondiendo a tu pregunta original, yo creo que la
causa es el temor.
Los
científicos que no tienen ninguna preparación filosófica y tratan de filosofar
hacen el ridículo. Lo hemos visto en muchos libros, y se los venden en su gran
mayoría a personas que de antemano quieren estar de acuerdo con ellos. Por otro
lado, las personas creyentes que no tienen ninguna preparación científica hacen
igualmente el ridículo cuando intentan hablar sobre ciencia. Ellos también
estan intentando vender libros a personas que ya están de acuerdo con ellos.
La
ironía es que la gran mayoría de personas religiosas no son fundamentalistas, e
incluso están de acuerdo con la ciencia y la asumen. Y la gran mayoría de
científicos están felices con la religión. Si te das cuenta, ¡ambos grupos son
las mismas personas!
Pero
nosotros, que conformamos esa gran mayoría, hemos permitido que el debate
público sea dominado por las personas que están tratando de venderte algo, sea
de un extremo o de otro. Y la gran mayoría de veces lo que están intentando
vender no tiene nada que ver ni con la ciencia ni con la religión.
En su caso como
científico, ¿podríamos afirmar que el ser católico -y por tanto, creer en un
Dios que ha creado el universo y que ese mismo Dios es el Camino, la Verdad y
la Vida- lo ayuda a ser un “mejor científico”?
A
veces olvidamos que, a un nivel fundamental, para ser científico hay que tener
ciertas creencias religiosas. Y he dicho “ciertas” creencias religiosas porque
déjame recordarte que no todas las religiones y culturas comparten estas creencias.
En
lo primero que un científico debe creer es que el universo físico es real. Y
hay algunas religiones que creen que todo es una ilusión. Y si todo es una
ilusión, ¿cuál sería la razón de ser científico? Por lo tanto debes creer en el
universo físico.
También
debes creer que el universo físico funciona según reglas, leyes y con una
lógica. Pero si eres un pagano y crees que tal cosa cayó porque un dios la hizo
caer, y que un rayo en un tormenta sucede porque el dios del rayo lo causó para
protestar, o que el trigo creció porque el dios del trigo lo hizo crecer… Si
todo lo que sucede en el universo es el resultado de algun diablillo, o
espíritu inteligente, no hay manera de hacer ciencia. Sólo mediante la negación
de la creencia en los diablillos inteligentes podemos preguntarnos “¿por qué
las cosas suceden?”.
Los
antiguos romanos persiguieron a los cristianos porque los consideraban ateos, y
estaban casi en lo correcto. Hay tantas y tantas versiones de dios en las que
yo no creo, porque yo creo en un solo Dios. Y por el primer mandamiento, debo
dejar a todos aquellos dioses a un costado. No los voy a adorar, ni tampoco les
daré crédibilidad. En ese sentido, yo sólo creo en un Dios más que Richard
Dawkins… (risas). Pero es un Dios sobrenatural, que existe más allá de la
naturaleza, y antes que la naturaleza.
Eso
quiere decir que yo sí puedo preguntarme válidamente cómo funciona la
naturaleza. Además de ello, lo que yo conozco por la Revelación es que Dios
creó el universo de un modo lógico… lo que me da un motivo más para tratar de
entender el universo lógicamente.
Si efectivamente
la fe y la ciencia están tan íntimamente unidas, ¿por qué surge este debate?
¿Quién se beneficia con ello?
Cuando
observas con atención la historia de la guerra entre la ciencia y la religión,
descubres que realmente viene del siglo XIX, de la época victoriana tardía. A
veces la agenda era muy sencilla: Por ejemplo, si un partido político estaba
vinculado con la Iglesia, el partido político opuesto comenzaba a difundir que
“la ciencia es nuestra fuente de verdad”.
En
Norteamérica ocurrió como parte de un movimiento contra la inmigración. La
gente que proclamaba que la religión era anticientífica era la misma gente que
intentaba impedir que inmigraran personas cuyos apellidos terminaban en
vocales, porque no podían fiarse de “esos católicos”.
También
tienes a la gente que ha abusado de la ciencia. Por ejemplo la evolución es una
descripción válida del mecanismo que explica cómo se llega de una especie a
otra. Pero hay gente que toma la idea de evolución y la aplica a la eugenesia,
al darwinismo social o la utiliza para justificar cualquier tipo de cosas
terribles.
En
el mismo sentido hay personas que dicen “mi religión es una fuente de verdad”,
pero al mismo tiempo utiliza esa afirmación para oprimir a la gente que temen
porque no son de la misma religión. Regresamos nuevamente al problema del
temor.
Un
filósofo que es ignorante acerca de la ciencia filosofará mal. Eso no significa
que deba olvidar la ciencia. Por el contrario, ¡debe estudiar ciencia! ¡Y buena
ciencia! Y si es posible, dedicar tiempo a ese estudio para aprender o, mejor
aún, para colaborar.
Una
de las grandes cosas acerca de la ciencia es que nadie se dedica a la ciencia
solo. Cada científico tiene uno o dos colaboradores, tiene un equipo. Nadie
sabe lo suficiente para hacer el trabajo solo. ¿No sería grandioso que los
científicos y los filósofos pudiesen publicar como equipo y aprender unos de
otros? Tendríamos a un filósofo que sabe algo de ciencia y a un científico que
sabe algo de filosofía trabajando juntos en un mismo proyecto.
En los Estados
Unidos el debate ha estado marcado por la “teoría de la evolución” versus la
“teoría del diseño inteligente”. Acaba de mencionar que el evolucionismo puede
explicar cómo una especie proviene de otra, pero que en el pasado no siempre ha
sido aplicado correctamente y ha sobrepasado sus limites. ¿Tiene alguna opinión
sobre la teoría del diseño inteligente?
Este
es un excelente ejemplo de una hermosa idea que fue utilizada por personas que
han distorsionado su sentido. Yo creo en Dios y veo la presencia de Dios en la
hermosa lógica del universo. Por lo tanto puedo usarla para “Diseñador” en ese
sentido, y ése es el sentido tradicional.
Pero
las personas que creen que pueden utilizar la ciencia para probar la existencia
de Dios, terminan haciendo de la ciencia algo más poderoso que el mismo Dios.
Por eso al final el dios que ellos tratan de probar no es el Dios real.
La
gente que dice “yo no entiendo cómo ocurre esto en la naturaleza y por lo tanto
debe ocurrir porque Dios existe” reduce a Dios de ser un Dios sobrenatural
–fundamento de todo lo existente– a un dios-natural que lanza bolas de fuego.
Así terminamos regresando al dios pagano de la naturaleza. Ese es el peligro.
La
ciencia es un camino de muchos tropiezos hacia una verdad que nunca obtendremos
totalmente. Y la ciencia es un suelo muy, muy frágil, como para sustentar tu
religión, porque la ciencia del año 2200 será muy diferente de la ciencia del
2013.
Acerca de esto
que acaba de describir resulta un tanto sorprendente saber que desde 1774 la
Iglesia católica tiene un observatorio astronómico, que sigue activo hasta la
actualidad. Tiene su sede principal en el territorio vaticano de Castel
Gandolfo, junto a la casa de descanso del mismo Papa. Y también cuenta con un
observatorio con tecnología de última generación en convenio con la Universidad
de Arizona, en la montaña Graham. ¿Cuál es el sentido de que la Iglesia tenga
un observatorio propio?
Hay
una razón sencilla y una más profunda. La sencilla es para mostrarle al mundo
que la Iglesia promueve la ciencia. Literalmente con su dinero, literalmente
con sus edificios, sobre los que ha instalado telescopios. La casa papal de
verano en Castel Gandolfo tiene telescopios en el techo. La iglesia de San
Ignacio en Roma tuvo telescopios sobre ella. La Iglesia promueve la ciencia, y
la sostiene.
En
ese sentido, la Iglesia no sólo no tiene miedo de la ciencia sino que la
alienta, siempre y cuando esté dirigida a la verdad y no abuse de ella para
justificar cosas que en el fondo sabemos equivocadas.
La
segunda razón, la razón más profunda, es que el universo físico es una vía a
través de la cual Dios se comunica con nosotros. “Porque lo invisible de Dios,
desde la creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a través de sus
obras” (Rom 1,20). Es una cita de la Carta de San Pablo a los Romanos.
Podríamos decir que Dios se revela a sí mismo a través de las cosas que ha
creado.
Por
lo tanto nosotros estamos llamados a estudiar las cosas que ha creado para
poder conocer mejor a Dios. Yo, personalmente, cuando constato el universo
físico y la manera de cómo funciona, experimento un gran gozo, similar al gozo
que experimento en la oración. Es la presencia de Dios.
Artículo
publicado originalmente por Centro de Estudios Católicos 03.04.2014
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