La Unción de los Enfermos es sacramento que reconforta en la
enfermedad y prepara para el encuentro
del hombre con Dios. y son muchos los efectos y gracias que confiere al enfermo
para prepararse para la entrada a la vida eterna. Es un sacramento que
reconforta al enfermo.
Este sacramento es un sacramento de “vivos”, por lo tanto,
fortalece al enfermo.
Se recibe la gracia, el regalo, sacramental propia de la
Unción de los Enfermos, que es una fuerza de consuelo, de paz y de ánimo para vencer las
dificultades propias del estado de enfermedad grave o de la vejez. Esta gracia
es don del Espíritu Santo que nos lleva al creyente a renovar la confianza y la
fe en Dios y le fortalece para que sea capaz de vencer las tentaciones
de desaliento, y de angustia, especialmente. (Catec. n. 1520).
Por la gracia, la bendición, sacramental, es posible que el
enfermo obtenga la curación y si es
conveniente, la salud corporal. La asistencia del Espíritu Santo tiene como
objeto conducir al enfermo hacia la curación del alma, pero si es la voluntad
de Dios, también puede recuperar la salud. (Cfr. Catec. n. 1520). Por ello es
conveniente no esperar hasta el último momento para la administración de este
sacramento por lo que hace ya mucho tiempo se administra a personas con edad
avanzada o personas ante un peligro d muerte: operación… los sacramentos no
tienen como fin hacer milagros, al dejar hasta el final este sacramento, se
podría estar poniendo obstáculos para su eficacia.
La unción de los enfermos puede obtenernos el perdón de los
pecados . Este efecto depende de la debida disposición que tenga el sujeto que
lo recibe, se necesita un verdadero dolor de corazón, en otras palabras, estar
totalmente arrepentidos. Normalmente, este sacramento va acompañado de
indulgencia plenaria, la cual perdona la pena temporal.
Este sacramento no es absolutamente inprescindible la
salvación del creyente, pero a nadie le es lícito desdeñarlo, por lo tanto se
debe de procurar que los enfermos lo reciban lo antes posible en caso de una
enfermedad grave o crónica, o en la ancianidad. Sobre todo se debe de recibir
cuando se está en plena facultades mentales.
El cristiano está obligado a prepararse lo mejor posible
para la muerte, por lo que las personas allegadas a él tienen el deber – grave
– de procurar que lo reciba, ya sea presentándole la conveniencia de hacerlo,
ya sea mencionándole que se encuentra en una situación de alto riesgo. Pero,
siempre siendo prudentes, utilizando el sentido común y la caridad. Muchas
veces no se hace por el temor de asustar al enfermo, siendo que en la mayoría
de las veces, lo que se tiene es una visión equivocada de la muerte en el
sentido cristiano.
La Iglesia, además, ofrece junto a este sacramento, la
Eucaristía como viático, “a aquellos que están a punto de salir de esta vida”.
La Eucaristía es el paso de la muerte a la vida. (Cfr. Catec. n. 1524).
Recordemos las palabras de Jesús: “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene
vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día”. ( Jn. 6, 54).
PARA PROFUNDIZAR:
PRESENTACIÓN
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