Seguimos
trabajando los sacramentos, ahora, con los sacramentos de servicio.
Comenzaremos realizando una pequeña introducción sobre éste sacramento.
El
sacramento del matrimonio tiene su origen en Dios, quien al crear al hombre lo
hizo una persona que necesita abrirse a los demás, con una necesidad de
comunicarse y que necesita compañía. “No está bien que el hombre esté solo,
hagámosle una compañera semejante a él.” (Gen. 2, 18). “Dios creó al hombre y a
la mujer a imagen de Dios, hombre y mujer los creó, y los bendijo diciéndoles:
procread, y multiplicaos, y llenad la tierra y sometedla”.(Gen. 1, 27- 28).
Desde el principio de la creación, cuando Dios crea a la primera pareja, la
unión entre ambos se convierte en una institución natural, con un vínculo
permanente y unidad total (Mt. 19,6). Por lo que no puede ser cambiada en sus
fines y en sus características, ya que de hacerlo se iría contra la propia
naturaleza del hombre.
El
matrimonio es, por tanto, una institución
perfilada por el Creador para realizar su designio de amor en la humanidad. Por
medio de él, los esposos se perfeccionan y crecen mutuamente y colaboran con
Dios en la procreación de nuevas vidas.
El
matrimonio para los bautizados es un sacramento que va unido al amor de Cristo
su Iglesia, lo que lo rige es el modelo del amor que Jesucristo le tiene a su
Iglesia (Cfr. Ef. 5, 25-32). Sólo hay verdadero matrimonio entre bautizados cuando
se contrae el sacramento.
El
matrimonio se define como la alianza por la cual, - el hombre y la mujer - se
unen libremente para toda la vida con el fin de ayudarse mutuamente, procrear y
educar a los hijos. Esta unión - basada en el amor – que implica un
consentimiento interior y exterior, estando bendecida por Dios, al ser
sacramental hace que el vínculo conyugal sea para toda la vida. Nadie puede
romper este vínculo. (Cfr. CIC can. 1055).
En
lo que se refiere a su esencia, los teólogos hacen distinción entre el casarse
y el estar casado. El casarse es el contrato matrimonial y el estar casado es
el vínculo matrimonial indisoluble.
El
matrimonio posee todos los elementos de un contrato. Los contrayentes que son
el hombre y la mujer. El objeto que es la donación recíproca de los cuerpos
para llevar una vida marital. El consentimiento que ambos contrayentes
expresan. Unos fines que son la ayuda mutua, la procreación y educación de los
hijos.
INSTITUCIÓN
Hemos
dicho que Dios instituyó el matrimonio desde un principio. Cristo, Jesús de
Nazaret, lo elevó a la dignidad de sacramento a esta institución natural
deseada por el Creador. No se conoce el momento preciso en que lo eleva a la
dignidad de sacramento, pero se refería a él en su predicación. Jesucristo
explica a sus discípulos el origen divino del matrimonio. “No habéis leído,
como Él que creó al hombre al principio, lo hizo varón y mujer? Y dijo: por
ello dejará a su padre y a su madre, y los dos se harán una sola carne”. (Mt.
19, 4-5). Cristo en el inicio de su vida pública realiza su primer milagro – a
petición de su Madre – en las Bodas de Caná. (Cfr. Jn. 2, 1-11). Esta presencia
de Él en un matrimonio es muy significativa para la Iglesia, pues significa el
signo de que - desde ese momento - la presencia de Cristo será eficaz en el
matrimonio. Durante su predicación enseñó el sentido original de esta
institución. “Lo que Dios unió, que no lo separe el hombre”. (Mt. 19, 6). Para
un cristiano la unión entre el matrimonio – como institución natural – y el
sacramento es total. Por lo tanto, las leyes que rigen al matrimonio no pueden
ser cambiadas arbitrariamente por los hombres.
FINES DEL
MATRIMONIO
Los
fines del matrimonio son el amor y la ayuda mutua, la procreación de los hijos
y la educación de estos. (Cfr. CIC no. 1055; Familiaris Consortio nos. 18; 28).
El
hombre y la mujer se atraen mutuamente, buscando complementarse. Cada uno
necesita del otro para llegar al desarrollo pleno - como personas - expresando
y viviendo profunda y totalmente su necesidad de amar, de entrega total. Esta
necesidad lo lleva a unirse en matrimonio, y así construir una nueva comunidad
de fecunda de amor, que implica el compromiso de ayudar al otro en su
crecimiento y a alcanzar la salvación. Esta ayuda mutua se debe hacer aportando
lo que cada uno tiene y apoyándose el uno al otro. Esto significa que no se
debe de imponer el criterio o la manera de ser al otro, que no surjan
conflictos por no tener los mismos objetivos en un momento dado. Cada uno se
debe aceptar al otro como es y cumplir con las responsabilidades propias de
cada quien.
El
amor que lleva a un hombre y a una mujer a casarse es un reflejo del amor de
Dios y debe de ser fecundo (Cfr. Gaudium et Spes, n. 50)
Cuando
hablamos del matrimonio como institución natural, nos damos cuenta que el
hombre o la mujer son seres sexuados, lo que implica una atracción a unirse en
cuerpo y alma. A esta unión la llamamos “acto conyugal”. Este acto es el que
hace posible la continuación de la especie humana. Entonces, podemos deducir
que el hombre y la mujer están llamados a dar vida a nuevos seres humanos, que
deben desarrollarse en el seno de una familia que tiene su origen en el
matrimonio. Esto es algo que la pareja debe aceptar desde el momento que
decidieron casarse. Cuando uno escoge un trabajo – sin ser obligado a ello -
tiene el compromiso de cumplir con él. Lo mismo pasa en el matrimonio, cuando
la pareja – libremente – elige casarse, se compromete a cumplir con todas las
obligaciones que este conlleva. No solamente se cumple teniendo hijos, sino que
hay que educarlos con responsabilidad.
LA MATERNIDAD Y
LA PATERNIDAD RESPONSABLE SON OBLIGACIÓN DEL MATRIMONIO.
Es
derecho –únicamente - de los esposos decidir el número de hijos que van a
procrear. No se puede olvidar que la paternidad y la maternidad es un don de
Dios conferido para colaborar con Él en la obra creadora y redentora.. La
procreación es un don supremo de la vida de una persona, cerrarse a ella
implica cerrarse al amor, a un bien.
EL SIGNO: LA
MATERIA Y LA FORMA
Podemos
decir que el matrimonio es verdadero sacramento porque en él se encuentran los
elementos necesarios. Es decir, el signo sensible, que en este caso es el
contrato, la gracia santificante y sacramental, por último que fue instituido
por Cristo.
La
Iglesia es la única que puede juzgar y determinar sobre todo lo referente al
matrimonio. Esto se debe a que es justamente un sacramento de lo que estamos
hablando. La autoridad civil sólo puede actuar en los aspectos meramente
civiles del matrimonio (Cfr. Nos. 1059 y 1672).
El
signo externo de este sacramento es el contrato matrimonial, que a la vez
conforman la materia y la forma.
La
Materia remota: son los mismos contrayentes.
La
Materia próxima: es la donación recíproca de los esposos, se donan toda la
persona, todo su ser.
La
Forma: es el Sí que significa la aceptación recíproca de ese don personal y
total.
EFECTOS
El
sacramento del matrimonio origina un vínculo para toda la vida. Al dar el
consentimiento – libremente – los esposos se dan y se reciben mutuamente y esto
queda sellado por Dios. (Cfr. Mc. 10, 9). Por lo tanto, al ser el mismo Dios
quien establece este vínculo – el matrimonio celebrado y consumado - no puede
ser disuelto jamás.
PARA PROFUNDIZAR Y TRABAJAR:
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