Álex
de la Iglesia (Bilbao, 1965) es el único cineasta español presente en la
Mostra. Y por partida doble, con películas que juegan en ligas distintas. No
hablamos de categorías ni de goleadas: sólo de colores, tonos y timbres de lo
más variopintos. En «La confesión», su episodio del filme colectivo «Words with
Gods», Álex de la Iglesia destila las esencias de su cine –extremo,
esperpéntico, delirante– en un corto que convierte en cura a un asesino a
sueldo, presto a la extremaunción de un ateo con más de un pecado en la
cartera. En «Messi», que clausura el próximo viernes la sección Venice Days,
deja que el misterio del Balón de Oro se resuelva a través de los que le
conocen y le admiran. Y mientras tanto, De la Iglesia sigue driblándose a sí
mismo: ¿con qué jugada nos sorprenderá?
-«Words
with Gods» examina los vínculos entre Dios y el hombre. Su episodio es muy
diferente al resto, pero es innegable que vuelve a demostrar que la religión
tiene un papel importante en su filmografía...
-Tal
vez sea porque estudié en una universidad de curas... En «El día de la bestia»,
el cura es el protagonista y tiene una visión tan profunda de las cosas que no
encaja con nadie. Todo el mundo le toma por loco, pero él es un tipo muy serio,
quiere contactar con el diablo. Era una visión extrañamente talibán de los
jesuitas. En «Perdita Durango» Romeo Dolorosa también es un sacerdote. Ambos
son personajes que generan su propia religión. La religión es tu manera de
relacionarte con el mundo y la realidad. Dios es el nombre de una pregunta.
Todos queremos encontrarle el sentido a la vida, y la manera que tenemos de
nombrar esa pregunta es Dios.
-Precisamente
«La confesión» destaca del conjunto por su sentido del humor.
-El
humor, la falta de pretensiones, es la mejor manera de pensar, de tener la
mente abierta sin estar preocupándote de saber si lo que estás pensando es
importante o no. El humor es la mayor expresión de libertad que existe. No es
una cuestión de falta de respeto. Ese es el drama de nuestra sociedad: que
pensamos que el humor es irrespetuoso por definición. El humor es la ausencia
de cortapisas y la confianza en el otro.
-Utiliza
el humor para subvertir uno de los rituales clásicos del catolicismo: la
extremaunción.
-La
religión católica es la más generosa de las religiones. Soy católico en ese
sentido. La confesión es el gran logro del catolicismo. El ser humano no es un
tipo perfecto. Es un pecador. Cristo se siente atraído por los pecadores, no
por la gente «buena». Existe una contradicción maravillosa en el catolicismo.
Según su manual de instrucciones, para ir al cielo no hay que cometer pecados,
seguir los mandamientos de la ley de Dios de una manera racional y portarte
bien. El asunto es que ése no es el camino preferido de Dios. Dios prefiere a
los pecadores: si tú eres cruel, perverso y vicioso, pero al final te
arrepientes te sientas a la derecha de Dios Padre. Es el arrepentimiento, el
reconocer tus pecados, lo que más admira Cristo. El hecho de saberse humano.
Cristo es un Dios que comete errores. Comete el error de confiar y es
crucificado. Se da cuenta de que la única manera de enmendarlo es
sacrificándose. El cristianismo es la única religión que sacrifica un Dios, no
a un hombre. Por eso es una religión que me llena de esperanza, en la que yo
tengo una oportunidad.
-Hay
también un interés por profanar la iconografía religiosa, o por la iconografía
de lo profano. ¿De dónde viene?
-Cada
símbolo remite a un mundo. Y de inmediato transmites un trozo de ese mundo al
que lo ve. Lo que quiero contar llega mejor al espectador. Supongo que me gusta
tanto lo extremo por los tebeos. En los tebeos explicas una historia en un solo
trazo y los personajes son muy exagerados. Prefiero al tío que se lo curra con
una línea, y que juega con el contraste y el blanco y negro, que el que pinta
un óleo. Eso te aleja del público que prefiere los matices, pero es mi estilo.
Y es lo que ocurre en este corto: tú estás cómodo en una comedia y de pronto
jugar con ese universo simbólico te lleva a la incomodidad.
Sergi Sánchez, Venecia. TOMADO DEL DIARIO “LA RAZÓN”
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