1.
Conciencia de lo que valgo, de mi dignidad: soy hijo de Dios.
Me ayuda a estimarme y valorarme.
2.
Alegría de saber que Dios es mi Padre y que me quiere.
3.
Confianza para ir por la vida: Si Dios es mi Padre y me
quiere, él cuida de mí.
4.
La amistad con Dios y la posibilidad de acudir a él para
desahogarme.
5.
Tener a Jesucristo como amigo y como hermano mayor.
6.
Hablar con Jesucristo y contarle hasta lo que no le cuento a
nadie.
7.
La alegría de saber que Dios Padre y Jesucristo siempre me
comprenden, me perdonan y me ofrecen nuevas oportunidades.
8.
Tener a Jesucristo como modelo de persona e ideal de vida.
9.
Me ayuda para no hacer lo que me venga en gana y para pensar
lo que me es más conveniente, lo que está bien y lo que está mal, lo que debo
hacer y lo que no debo hacer.
10.
Me da fuerzas para hacer el bien.
11.
Me da la alegría de disfrutar del mundo (el sol, el agua, el
aire, el cuerpo, las plantas, los amigos, etc...) sabiendo que es una creación
de Dios pensada y realizada como un regalo de su amor.
12.
Poder recurrir a Dios y a Jesucristo en los momentos
difíciles de la vida.
13.
La certeza de que yo no acabo al morir. La muerte no es la
última realidad.
14.
La certeza de que el mal, la injusticia, la mentira, la
miseria, el egoísmo..., no durarán para siempre. Jesucristo los ha vencido.
15.
La convicción de que el amor es lo más valioso porque Dios es
amor. Por eso lucho contra mi egoísmo.
16.
Mirar y ver a los demás como personas e hijos e hijas de Dios
y reconocer su dignidad, su misterio y su grandeza.
17.
Sentimientos de solidaridad con los demás.
18.
Preocupación y sufrimiento por la injusticia que hay en el
mundo y por los pobres.
19.
Me anima a ser trabajador y a esforzarme, sabiendo que todo
sacrificio tiene su fruto.
20.
Vivir ilusionado con la esperanza de superarme y crecer.
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