Hace unos meses, un desconocido
realizador oriental, Daniel Yum, sorprendió al mundillo cinematográfico con su
pequeño filme “Gift” (Regalo), que ganó el primer Premio en el Festival de
Cortometrajes de Singapur.
Es una historia conmovedora, que nos habla de muchas cosas: de nuestro juicio equivocado sobre los
demás, del amor escondido de un padre hacia su hijo (que éste es incapaz de
ver), del afecto desinteresado hacia los
demás (el mejor “regalo” para los otros y para sí mismo); de la solidaridad, de la ternura, de la
bondad; del mundo de los niños que están enfermos y del cariño que, por encima
de cualquier medicina, necesitan. Pero, sobre todo, de lo que podemos inspirar
a otros, de lo que es verdaderamente el legado de nuestra vida.
Cuando hayamos concluido nuestra
existencia, podríamos preguntarnos: ¿Quién fui yo, en realidad? ¿Qué logros
conseguí en mi vida? Fui –podremos decirnos con total sinceridad– aquello que
sembré en los demás: fui alegría, esperanza, ilusión, amor; o fui
resentimiento, amargura, desesperanza y envidia. Ese será nuestra herencia, y
también el recuerdo que dejaremos.
La historia de este filme
comienza con un chico que regresa, no se sabe a dónde ni por qué. Y empieza a
recordar lo dura que fue la vida con su padre. Su memoria rezuma tristeza y
amargura, mientras la voz en off se ahoga en la resentimiento: “No me gustaba
mi padre. Nunca le amé. Odiaba aquella vida pobre y deslucida”. En algún
momento es capaz de reconocer algo bueno: “Mi padre trabajaba más que los
padres de mis amigos”, pero sólo es para llegar a una triste conclusión: “Pero
nunca lo consideré inteligente”. Y, lo que es aún más terrible: “Nunca lo vi
como una inspiración para mí”.
Cuando, pasados los años, consiga
el triunfo y regrese a su casa, descubrirá “quién fue” su padre, y cuál fue su
legado en esta vida: para los demás; y, en primer término, para él. Comprendió
que la vida de su padre había sido un gran don. Un regalo. El mayor regalo.
Os animo a que lo veáis hasta el
final. Que todos descubramos ese regalo. Y que tengáis una… ¡feliz Pascua, que
resucitemos a la Vida y se proyecte hacia los demás con generosidad dando
aquello que llevamos dentro y se nos ha dado!
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