LUIS MOREIRAS CALVIÑO 06.04.2014 | 01:56
Últimamente
están apareciendo en la prensa numerosos comentarios sobre la presencia de la
clase de Religión en la escuela pública. Precisamente, el Movemento Dezao polo
Ensino Público está detrás de estas publicaciones y comentarios. Yo, que estoy
de acuerdo con sus integrantes en mejorar la enseñanza en general y en concreto
la pública, he de disentir necesariamente en sus afirmaciones sobre el tema de
la Religión. Sin embargo quiero afirmar rotundamente que rechazo cualquier tipo
de enfrentamiento dialéctico o agrios debates sobre un tema tan delicado.
Miembros de este movimiento son compañeros de trabajo y otros lo han sido y a
todos profundamente aprecio y respeto.
Quiero
hacer, con todo, algunas reflexiones que ayuden a pensar a aquellos que
rechazan radicalmente la presencia de la Religión en la escuela y también a los
que defendemos su presencia en el currículo académico, no sólo porque nuestra
Constitución así lo proclama e incluso otras leyes de carácter internacional,
así como los Acuerdos entre el Estado español y la Santa Sede, sino, sobre
todo, porque puede aportar algo muy sustancial y necesario en la formación de
nuestros alumnos.
No
comprendo, en primer lugar, por qué tanto interés en que la asignatura de
Religión desaparezca de la enseñanza escolar argumentando que esas horas serían
más útiles dedicadas a otras materias. Pero, ¿qué puede solucionar una hora
semanal que tiene la Religión en Secundaria y Bachillerato (menos primero de la
ESO, que tiene dos) repartida entre otras asignaturas aunque éstas puedan tener
necesidad de más carga lectiva? ¿No será que se pretende quitarle de la boca el
bocado al pobre Lázaro y dárselo al rico Epulón? (Estaría bien que leyésemos la
parábola en Lucas, capítulo 16, versículos del 19 al 31).
La
Iglesia Católica ha estado siempre a favor de la ciencia, del conocimiento de
la naturaleza, así como de las letras y las artes. ¿Cómo no va a favorecer el
conocimiento científico que nos descubre los secretos y enigmas de la
naturaleza si toda ella es fruto del poder, sabiduría y bondad del Sumo
Hacedor? ¿No está presente en sus maravillosas leyes y en su inescrutable
complejidad la presencia misteriosa del Ser Absoluto a quien llamamos Dios?
Los
conocimientos científicos y las aplicaciones técnicas que de ellos se derivan
aportan muchos beneficios al ser humano que se reflejan, por ejemplo, en los
transportes, en las comunicaciones, y ya no digamos en los avances en el ámbito
de la medicina. Con todo debemos preguntarnos: ¿Es suficiente este conocimiento
para el ser humano? ¿Puede añadir un solo segundo a la vida humana cuando en
realidad "ha llegado la hora" de partir de este mundo? ¿Pueden estos
conocimientos llenar de amor y de sentido profundo el corazón humano, siempre
tan ansioso de alcanzar la felicidad? Evidentemente no, pues las ciencias
estudian la realidad material y nos aportan resultados materiales, pero no
responden a cuestiones propiamente humanas.
Por
ello, en la enseñanza escolar, aparte de las ciencias, las letras y las artes,
son necesarias materias que enseñen lo específicamente personal, que den
respuestas a los profundos interrogantes que de una forma o de otra se plantea
el ser humano. Sin las respuestas a estas preguntas el ser humano caminará en
la superficialidad, rechazará compromisos profundos y duraderos, lo que se está
constatando en nuestra juventud y en otras muchas personas no tan jóvenes.
Necesitamos saber de dónde venimos y hacia dónde vamos para así tomar la vida
en nuestras manos y entregarnos a ella con todas nuestras fuerzas, libre y
responsablemente. Esto sólo será posible si sabemos por qué vivimos, por qué el
sufrimiento es necesario en la vida humana y por qué hemos de morir, y si
podemos esperar algo más allá de la muerte.
De
ahí que sea necesaria la materia de Religión en la enseñanza, al menos en la
obligatoria. Y no sólo la Religión, sino también otras materias que respondan a
cuestiones propiamente personales como lo hace la filosofía, la ética, la
antropología que, por cierto, deberían tener más carga horaria. De lo
contrario, podremos llenar la cabeza de nuestros alumnos de muchos conocimientos,
pero faltará una verdadera educación integral, la asimilación por parte de los
alumnos de unos valores humanos y trascendentes que llenen su existencia, que
les capaciten para responder a las exigencias de la vida de forma libre y
verdaderamente responsable.
*Profesor
de Religión
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