Apasionante
película, basada en hechos reales. Describe los seis últimos días de vida de
Sophie Scholl, detenida en Munich el 18 de febrero de 1943 junto a su hermano
Hans y un amigo común, Christoph Probst. Su delito, haber repartido por la
universidad un montón de cuartillas denunciando los abusos del nazismo. Los
tres pertenecían a una organización de resistencia pasiva contra el régimen
denominada ‘La Rosa Blanca’.
Esta
historia había sido llevada antes al cine dos veces en 1982, por Michael
Verhoeven y Percy Adlon.
Aquí, a partir de las transcripciones auténticas de los interrogatorios a que
fueron sometidos los jóvenes, que vieron la luz en Alemania del Este tras caer
el muro, se recrea con pericia consumada los ideales y la fortaleza de espíritu
de Sophie Scholl. La joven, inicialmente, niega cualquier relación con los
panfletos de la discordia. Y su aplomo es tal que casi convence a su
interrogador, el implacable Robert Mohr, de su inocencia. Cuando las evidencias
en su contra se acumulen, lejos de venirse abajo, Sophie defenderá con
convicción sus ideales, que le obligan en conciencia a oponerse a una
ideología, la nazi, indigna del ser humano.
El
guión de Fred Breinersdorfer y la dirección de Marc
Rothemund se ponen al servicio de una historia de enorme
fuerza. Aunque la mayor parte de la trama transcurre en interiores, ambos
consiguen imprimir ritmo y emoción a las secuencias de los interrogatorios, de
increíble ‘violencia psicológica’, en la que la tranquilidad de estar en la
verdad proporciona a Sophie energías inesperadas. Todo gira alrededor de ella
(estupenda la composición de Julia Jentsch),
pero esto no impide retratar con sutileza al interrogador que se queda sin
razones que justifiquen su modo de proceder (sobrio Gerald
Alexander Held), a los otros dos detenidos, a la compañera de celda
y al juez inicuo. Escenas como la de la visita de los padres o el último
pitillo apenas necesitan de palabras para conmover.
Sentencia
abominable
El
juez Paul Geisler, que presidió el ´Tribunal del Pueblo’ que juzgó a los tres
jóvenes, dictaría una sentencia abominable, decidida de antemano antes de
iniciarse la vista. En ella se decía: “Mientras el país está en guerra, los
acusados defienden el sabotaje de las armas y el derrocamiento del nacionalsocialismo
de nuestro pueblo. Han propagado ideas derrotistas e insultado descaradamente a
nuestro Führer, ayudando así a los enemigos del Reich y saboteando la defensa
del mismo. Por lo tanto, su castigo será la muerte. Han perdido la ciudadanía
alemana”. Frente a tan palmaria injusticia, la actitud de los acusados, según
el abogado Leo Samberger “impresionó a todos, no sólo a mí. Eran personas
sostenidas por un ideal. Contestaban con calma, serenidad, claridad y valentía
a las preguntas, a veces desvergonzadas, del presidente del tribunal que se
comportó como un fiscal, nunca como un juez”.
Sostenida
por la fe
¿Cómo
se puede soportar la injusticia? ¿Por qué Sophie no se derrumba ante la presión
a que es sometida? Esta joven alemana demuestra una increíble entereza, y la
razón parece simple: actúa en conciencia, hace lo que cree que debe hacer. Y
por supuesto, este seguir la propia conciencia tiene mucho que ver con la fe,
las propias convicciones. Su caso recuerda al de Tomás Moro, magníficamente
contado en Un hombre
para la eternidad.
El
director del film, Marc
Rothemund, no duda en plantearse: “¿Qué sentido encontró en su
muerte? Y, como ateo, me pregunto: ¿Será más fácil enfrentarse a la muerte
siendo creyente?”. Mientras que Julia Jentsch lo
tiene claro: “Estoy convencida de que Sophie sacó fuerzas de su fe antes de su
muerte, cuando estaba sola en la celda. En la película se la ve rezando.”
Fichas para trabajar la película
1. SOPHIE SCHOLL 1.
Fichas para trabajar la película
1. SOPHIE SCHOLL 1.
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