El
Adviento debería ser un tiempo para profundizar en el misterio de nuestra
salvación, un momento propicio para la oración personal y familiar, y una ayuda
para el crecimiento en el amor y en la solidaridad. Los cristianos recordamos
que Jesús, siendo Dios nos retuvo para sí la gloria que merecía como Dios. Como
dice san Agustín, se hizo pobre para que nosotros nos hiciéramos ricos;
compartió con nosotros todo lo que tenía, incluso su Madre, la Virgen María.
No hay comentarios:
Publicar un comentario